martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

La energía de la esfera

César Suárez
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César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
En este mes de julio se ha recordado y festejado una vez más la obtención del campeonato mundial de fútbol del año mil novecientos cincuenta.
Yo que nací un año antes de este especial acontecimiento, por mi edad en ese entonces no percibí la magnitud de la hazaña porque creo que ni me enteré y tampoco tenía la capacidad de discernir el valor de aquel acontecimiento, sin embargo, a partir de mi niñez y por el resto de mi vida trascurrida, cada año vuelvo a ser testigo del festejo de la hazaña que jamás se volvería a repetir a pesar de numerosos intentos.
Lo que sí recuerdo nítidamente a pesar de mi corta edad, las repercusiones que aquel acontecimiento tuvo en los jóvenes de la época del área rural donde yo vivía.
Un tío, hermano de mi padre, junto a otros vecinos de su edad, entusiasmados por la hazaña, inmediatamente, armaron un campo de fútbol, en la mitad del campo, fundaron el club “las casuarinas”, invitaron a otros paisanos de varias leguas a la redonda y organizaron un campeonato con un montón de cuadros, que se jugaba los domingos de tarde.
Siendo este acontecimiento el único entretenimiento de la época, se allegaba gente de todos los pagos y el público era numeroso. Obviamente yo era muy pequeño, pero hasta allí llega mi memoria, y en algún rinconcito despiertan esos acontecimientos que me dieron como a cada niño y joven uruguayo, esa misteriosa pasión por la pelota, esfera que parece emitir una suerte de energía que mueve inexplicables pasiones.
Parece ser que cada objeto inerte es capaz de generar determinada energía como si fuera una antena que emite ondas y moviliza las ideas.
He oído decir, que un cuerpo con forma de pirámide, emite una energía especial y mucha gente se siente protegida y hasta energizada por una figura con esa estructura. Ignoro si eso será cierto, pero lo que no dudo es que una esfera, con forma de pelota, trasmite una energía excepcional, que genera alegría, ganas de correr, de saltar, de hacer esquives y piruetas, de pegarle fuerte con un pie, y que sin ella, toda energía se disipa, se diluye, se vuelve a la quietud y cuando la pelota se pincha, se rompe o desaparece, toda esa energía se evapora, se apaga y sólo se recupera cuando la pelota rea parece.
Ese simple instrumento, genera magia, y la escena se completa cuando se traza un rectángulo de blancas líneas rectas con más rectángulos, círculo y semicírculos dibujados en su interior en un plano horizontal, coronado en sus extremos por rectángulos verticales, constituyendo un templo sagrado de verde superficie, donde comulgan los hombres que necesitan energía, sentirse vivos y revivir.
Ese rectángulo, concentra la energía cósmica y con sólo entrar, todo se transforma y genera ganas de vivir.
Pero no sólo dentro trasmite esa energía, apenas basta con mirar desde la orilla esa escena cuando se enciende, la pelota comienza a rodar y todos los hombres se mueven un rito mágico adorando ese balón que traza trayectos repentinos y descarga su máximo fervor, cuando logra traspasar el místico altar que defiende el último custodia.
Es tan fuerte esa energía, que impregna todo y se trasmite no sólo por contacto, o por mirar, sino que trasciende las fronteras y como si fuera un evangelio, se trasmite de palabra del que mira y lo relata o por la imagen que se trasmite a la distancia, y un mágico grito supremo, que descarga la energía contenida, en una explosión sin límite, en una único sonido que choca garganta con garganta, ensordece y se hace delirio colectivo, explotando de alegría y que converge en un grito prolongado de una mítica palabra; gooooooooooool.
No hay dudas, esa esfera trasmite energía y el rectángulo verde es un templo sagrado donde siempre me he sentido feliz dentro de él o mirándolo jugar desde donde sea.