viernes 22 de noviembre, 2024
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Distinto

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
Entre todos nuestros comensales él es, sin lugar a dudas, alguien distinto. Recuerdo que llegó una mañana y solicitó poder compartir la mesa con nosotros por ese día puesto que esperaba poder solucionar su situación. Para poder llegar a nuestra mesa debía atravesar, prácticamente, toda la ciudad.
De entrada me llamó la atención su educación al hablar y su disponibilidad para servir.
Desde ese día hasta la fecha han pasado ya varios años. ¿Cinco? ¿Seis? No lo recuerdo con exactitud pero tampoco hace al caso.
En este tiempo transcurrido hemos podido comprobar que él es distinto al resto.
En primer lugar se nota distinto por su evidente educación.
Jamás omite un saludo de llegada y de partida.
Es un alguien que ha leído y ello se nota en su modo de hablar. Con él resulta posible una prolongada conversación sobre un determinado tema.
Utiliza algunas expresiones que indican de su cultura. En oportunidades realiza algún comentario que deja a los demás sin llegar a entender mucho de lo que está hablando.
Es alguien de absoluta confianza puesto que la honestidad y el respeto son parte de su manera de ser.
Por su manera de ser supo ganarse un lugar en la confianza de los demás puesto que siempre tiene tiempo para escuchar a los demás y para brindar un consejo lleno de esa sabiduría propia de sus muchos años en convivencia con situaciones difíciles.
Suele hacerse un tiempo para poder visitar a cualquiera de los integrantes de la mesa compartida que por algún quebranto de salud debe ser internado en el hospital.
En oportunidades llega luego de muchas horas de trabajo y su rostro no puede ocultar su abundante cansancio pero intenta disimular al mismo con bromas o buen humor que intenta compartir con los demás.
Pero, también, supo ganarse un espacio de reconocimiento por su disponibilidad a brindar una mano luego de la mesa compartida.
Siempre encontraba una tarea para realizar hasta que “se adueñó” de la limpieza de ollas y fuentes.
Es muy bueno haber podido encontrar a una persona así puesto que, desde su condición, es una presencia distinta entre los demás.
Posee la originalidad de ser uno más pero, a su vez, es distinto al resto.
No quiero decir sea mejor o peor. Simplemente es distinto.
No quiero decir sea más bueno o más malo. Simplemente es distinto.
Y en esa condición es tenido en cuenta junto con otros. Cada uno según su originalidad.
Es evidente que la actividad nos permitió descubrir a personas que, tal vez, de otra forma, no habríamos llegado a conocer.
Nos permitió encontrarnos con un grupo de personas, desconocidas para muchos, con los que hemos podido establecer una relación de cercanía impensada para algunos.
Es conocer sus nombres y sus historias. Es disfrutar de sus cuentos o sus silencios.
Es saber sus dificultades y compartir sus modos de encararlas.
Es poder tener el tiempo como para escucharles y, en oportunidades, limitarse a ello.
Es tener la certeza de, muchas veces, equivocarse en alguna actitud o conducta para poder aprender con ellos a intentar ser mejor persona.
Podría, por su bajo perfil, sumarse al actuar de la mayoría pero no lo hace porque se sabe es distinto a la realidad de algunos, porque sabe no puede dejar de ser como es.
Todos nosotros somos distintos pero estamos inmersos en una realidad que no nos quiere así sino que busca y pretende no nos salgamos de los moldes que se nos imponen.
Nos quieren formando una masa de uniformes. Allí todo es más simple puesto que se limita a realizar lo que se impone y no pretender ser nosotros mismos.
Es muy simple dejarnos llevar por la corriente que, muchas veces, andar en contra por conservar la originalidad.
Ser distinto cuesta, implica ser cuestionado o rechazado pero es lo único que nos permite ser felices de verdad.