viernes 22 de noviembre, 2024
  • 8 am

Fragilidad

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Sol

Por el Padre Martín Ponce De León
Me encontraba, como siempre, en la puerta del templo.
Llevo mi mate y, mientras tomo algunos, recibo a los que se llegan para la eucaristía.
Entraron dos jóvenes. Una de ellas llevaba un niño en sus brazos.
Preguntaron por dónde se entraba.
«¿Para la secretaría?»
«Para la iglesia»
Les indiqué el lugar.
Estuvieron un rato dentro del templo.
Al rato salieron las dos.
Una de ellas manifestó su deseo de hablar «con el cura».
Pensé que preguntarían por las charlas de bautismo.
Entraron al templo.
«¿Puedo hablar con usted un ratito?»
«¿Qué te pasa?»
Le dio el bebé a la otra joven. Se sentó en uno de los bancos del templo y comenzó a plantear su problema.
Sin duda que su realidad era muy compleja.
Sin duda que sus dificultades eran muchas.
No pedía otra cosa que ser escuchada y alguna opinión para una salida.
Es muy difícil, por no decir imposible, opinar sobre una situación ajena.
Lo que más llamó mi atención era la situación de vulnerabilidad de aquella joven.
Eran muy entendibles sus lágrimas.
En más de una oportunidad, escuchándole hablar, me vi preguntándome cómo podía vivir de esa manera.
Cargaba con el rechazo de su familia a su opción de pareja.
Cargaba con una situación de pareja particularmente complicada.
Cargaba con la realidad de un niño de un mes de vida.
Cargaba con una situación habitacional muy difícil.
Cargaba con una realidad laboral ausente.
Parecía como que todo conspiraba contra ella.
Era normal que llegase a un momento donde se supiese desbordada.
Más que desbordada se sentía aplastada por la realidad.
Aquella joven, por su situación, se encontraba vulnerable.
Frágilmente vulnerable.
Sin duda que no estaba en mis manos, a más de escucharle, ayudarle.
Debía saberse protegida aunque, tal vez, siempre se supiese vulnerable.
Debía enfrentar la situación con, por lo menos, un fuerte respaldado.
Le compartí lo que pensaba.
Le pregunté en qué la podía ayudar.
Me dijo que solamente ella se debía ayudar.
Le volví a repetir lo que pensaba.
Cuando se hubo calmado se puso de pie.
Ella iba en busca de su hijo que estaba en los brazos de la otra joven. Yo iba a compartir la eucaristía.
Durante toda la celebración el planteo de aquella joven resonó en mi interior.
Eran muchas cosas juntas como para no sentirse muy mal porque sobrepasada por su situación.
Eran muchas las sensaciones que pesaban sobre ella y pesaban demasiado.
Cada una de sus realidades implicaba una realidad a enfrentar y revertir.
¿Cómo hacer para enfrentar tantas en simultáneo?
¿Cómo hacer para poder separar situaciones cuando todas estaban muy enrabadas?
Sin duda que debía tomar una decisión por vez. ¿Por dónde comenzar?
Para quien le miraba desde afuera no había duda de por donde debía comenzar.
Pero esa decisión era la que le volvía extremadamente vulnerable.
¿Cómo poder ayudar?
¡Qué difícil poder ser útil!