Por el Dr. Pablo Perna
Mientras que los jóvenes uruguayos de 1886 preparaban la Revolución del Quebracho contra la Dictadura de Máximo Santos; éste que no solo ostentaba el poder presidencial, sino también las fastuosidades y riquezas acumuladas durante su Gobierno, pretendía ser reelecto Presidente.
Al no permitir la Constitución la reelección, crea en diciembre de 1885 el Departamento de Flores; en la Constitución de 1830 los Senadores eran elegidos uno por cada Departamento y cada caudillo ya tenía asignado uno, por lo que Santos para no generar conflictos con ellos, crea uno nuevo. Parte del plan era elegir un Presidente como testaferro, por lo que selecciona desde sus amigos políticos al más débil y manipulable, Francisco Visal, que es electo Presidente en marzo de 1886.
Santos electo Senador por Flores, se hace elegir Presidente de la Cámara de Senadores; en la Constitución del 30 también se establecía que si el Presidente renunciaba, se incapacitaba o moría, quien lo supliría seria el Presidente de la Cámara de Senadores. Vidal a los tres días de asumir, Santos lo hace renunciar, transformándose de esta manera mediante maniobras fraudulentas, por segunda vez Presidente.
Asumido, ordena a su amigo de la infancia, General Máximo Tajes que aniquile y pase a degüello a los revolucionarios del Quebracho. Tajes aniquila y mata a plomo, sables y lanzas a más de 200 combatientes el 31 de marzo de 1886 en Quebracho, pero no siguiendo las órdenes, les perdona la vida a más de 600 jóvenes, tomándolos prisioneros, ordenando “pena de vida” quien incumpliera con sus órdenes. De esta manera caminaron desde Paysandú a Montevideo, filas de cuerpos pertrechos que lo único que pensaban era que serían fusilados frente al Dictador.
Santos gozaba de una gran impopularidad y el gesto de perdonar la vida a los derrotados por Tajes revirtió su popularidad, lo que llevo a que cambiara de opinión. Esta decisión “interesada” permitió que hoy en el Uruguay se hable del Batllismo, en virtud que si Santos hubiese fusilado a los jóvenes, José Batlle y Ordoñez, Claudio Williman y Juan Campisteguy, nuca hubiesen sido Presidentes; y Pacheco Areco, Luis Batlle y su hijo Jorge, jamás hubiesen nacido. Presos en la Capital, Santos ordena la libertad inmediata y se acerca en su carruaje a los patios del cuartel para ver salir personalmente a cada uno de ellos. Cuando el hijo del ex Presidente Lorenzo Batlle (José) estaba saliendo, Santos se acerca y amigablemente le dice: “Ahí tiene mi coche para llevarlo hasta su casa”; Batlle lo mira y contesta: “Gracias, iré a pie”; respondiendo Santos: “¡Pues váyase como quiera!”
El 17 de agosto de 1886, Santos concurre al teatro acompañado por su hija Teresita, para ver la representación de la ópera La Gioconda; se baja del carruaje y mientras saludaba a Tulio Freire (quien le había confeccionado su banda presidencial), el Teniente Gregorio Ortiz, de 24 años, se acerca y le dispara en la cara, ingresando la bala por la boca y saliendo por su mejilla; el Presidente salva su vida milagrosamente, mientras era conducido a su Palacio, que recién había culminado, ordeno que no maten al agresor, a los efectos de conocer al autor intelectual. Ortiz huye y antes que lo atrapen, se puso el revólver sobre la sien y se suicida.
El Dictador con el rostro desfigurado, no soportando los dolores, sumada una afección cardiaca, renuncia a la Presidencia por razones de salud, buscando tratamiento en Paris- Europa; por lo que deja el mando en manos de su “amigo” Máximo Tajes. Cuando pretende regresar, TAJES no le permite desembarcar y frente al puerto de Montevideo lo destierra bajo el absurdo pretexto que la vida de Santos en nuestro país corría peligro de vida.
Santos se refugia en Buenos Aires, donde fallece el 19 de mayo de 1889, por un ataque cardiaco a los 42 años; siendo su cuerpo trasladado al Uruguay para velarlo con honores de Estado y enterrarlo; el Presidente seguía siendo su “amigo” de la infancia.
La historia nos enseña que el Poder es efímero y que si hoy estás arriba, mañana cuando menos lo pienses estarás abajo; los jóvenes de la revolución del Quebracho son fiel reflejo de esa constante histórica. Lección: nunca te rindas ante la adversidad para alcanzar tus objetivos.
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