Por Leonardo Vinci.
LA CARTA
Hace algún tiempo, un neo historiador divulgó- como si hubiese encontrado el Arca de la Alianza- una carta de 1820 guardada en los archivos de Corrientes, atribuida al General Rivera y dirigida al Gobernador de Entre Ríos. En la misiva- enviada luego que Artigas se marchara para siempre de esta tierra- el triunfador de Guayabos se refiere al Jefe de los orientales como «déspota y tirano» y agrega que «Todos los hombres, todos los patriotas deben sacrificarse hasta lograr destruirlo enteramente. Los males que ha causado al sistema de libertad e independencia son demasiado conocidos para nuestra desgracia…». Rivera también le dice a Francisco Ramírez que: «Con respecto a que yo vaya a ayudarle, (le advierto) que debo alcanzar antes permiso especial del cuerpo representativo de la provincia para poder pasar a otra», lo cual jamás tramitó.
Se ha querido presentar este documento como inédito, siendo que desde hace decenas de años era conocido, según lo dejara en claro la historiadora Ana Ribeiro- actual Sub Secretaria del Ministerio de Educación y Cultura- quien ha mencionado que la famosa misiva ya había sido citada por Raúl Setiembre Vera en la obra de 1937 «Aclaraciones Históricas», y también publicada por el historiador Antonio De Freitas en su trabajo «El levantamiento de 1825». En realidad, la ampulosa exhibición de este documento, ha sido propia de quienes «han dedicado sus miserables existencias a señalar que todos los buenos han estado de su lado y todos los malos del otro; a pudrir la mente de los muchachos…» como dijera Lincoln Maiztegui Casas.
ARTIGAS EN 1820
Lo cierto es que en setiembre de 1820, Artigas estaba en territorio Paraguayo y lo habían dejado solo todos o casi todos sus oficiales, ya que de los 7.000 combatientes que alguna vez lo siguieron, apenas lo acompañaba un puñado de hombres. La revolución estaba irremediablemente perdida y «para proteger a sus paisanos en la desgracia (Rivera) sólo se cuidó de hacer menos terribles sus desgracias, interponiendo su influjo para con los opresores y aprovechándose de él para romper algún día la cadena…». En realidad- según las «Notas Biográficas»- Rivera había tratado de «Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad, que se había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada…». La Profesora Ribeiro ha explicado que cuando se quiere denostar a Rivera (siempre) se trae sobre el tapete (…) que desertó del bando artiguista y se fue con Lecor, y es por eso que los enemigos más cerrados de su memoria han buscado de todas las formas posibles presentar ante la historia a un Rivera que traicionó a Artigas. Naturalmente que de la decisión de los Oribe de abandonar las filas de los orientales junto a Bauzá y dos batallones de 500 hombres con sus cañones, pasándose al bando de los porteños, poco y nada se dice, o se le resta importancia. (Fue cuando Pueyrredón los recibió, aunque los hizo entregarse a Lecor, quien los envió en un barco de guerra a Buenos Aires.)
Con el afán de mostrar como pérfido a Rivera, los neo historiadores omiten decir que en esos días, Oribe expresaba que «no quería servir a las órdenes de un tirano como Artigas, que, vencedor, reduciría al país a la barbarie; y vencido, lo abandonaría».
Tampoco dan importancia a la conducta de Lavalleja cuando le escribe a Alvear y le dice que las fuerzas orientales «no serán destinadas a renovar la funesta época del Caudillo Artigas (y) el que suscribe no puede menos que tomar en agravio personal un parangón (con Artigas) que le degrada…»
LOS HECHOS
Los detractores de Don Frutos han buscado por todos los medios darle más valor a una carta escrita en la derrota que a los hechos indesmentibles. Lejos de querer matar a Artigas, el más fiel y leal de sus capitanes- el que lo acompañó y peleó por él hasta el final- le salvó la vida poco antes. Pero estos actos de coraje, entrega y valentía son prácticamente ignorados por la mayoría de los historiadores. A manera de ejemplo, de las 1.047 páginas de los 4 tomos sobre «El ciclo artiguista» de Reyes Abadie, sólo una línea menciona este hecho. En los peores momentos de la invasión portuguesa, un comandante imperial, Joaquín Javier Curado ocupó Purificación- que halló despoblada- el 9 de abril de 1818, izando la bandera portuguesa. Sólo encontró «guerrillas en la marcha, las que fueron derrotadas» tomando prisionero a su jefe principal, Juan Antonio Lavalleja. Luego, otro militar del ejército portugués, Sena Pereira destruyó las baterías artiguistas de la costa y junto a Bentos Manuel derrotaron al Capitán oriental Gorgonio Aguiar. El 14 de junio, Fructuoso Rivera- el oficial artiguista de mayor importancia dando batalla- logró interceptar al ejército invasor comandado por el legendario caudillo riograndense Bento Manuel Ribeiro y obtuvo una aplastante victoria en la batalla de las puntas del arroyo Chapicuy.
LA VERDAD
Posteriormente, en la madrugada del 4 de julio de 1818, el campamento de los orientales fue sorprendido por fuerzas portuguesas, causando numerosas bajas entre muertos y prisioneros. El episodio- conocido como la batalla del Queguay Chico- comenzó con una catástrofe de Artigas y terminó con una victoria de Fructuoso Rivera, quien llegó más tarde de la derrota al lugar del encuentro, obligando a Bentos Manuel a retirarse precipitadamente, con pérdida de toda su caballada, artillería y municiones. Rivera rescató todo lo que Artigas había perdido. Los portugueses dejaron numerosos muertos y 200 prisioneros. El Barón de la Laguna le transmitió a Tomás Antonio de Villanova Portugal la información recibida del General Curado sobre el ataque que, por su orden, llevó a cabo el Mayor Graduado Bento Manuel al Campamento de Artigas en el Queguay, dejando expresa constancia que «Ja depois do combate apareceu Fructuozo Ribeira, que tendo o seu campo na distancia de huma legoa do lugar do conflito, vinha a socorrer a Artigas con a Cavallaria». Reyes Abadie explica que en esa oportunidad, Bento Manuel «…desbarató por completo» a Artigas y que sólo «La intervención de Rivera salvó al caudillo de un desastre total…» Léase: Rivera nunca atentó contra Artigas sino que, a caballo y con el sable en la mano le salvó la vida y peleó con él hasta su caída. Diría Flores Silva, a esos «guerrilleros meramente de papel que intentan linchamientos historiográficos» les podría contestar Rivera «pero, amigo, lo que puede la ignorancia o la ingratitud y mala fe, no pierden estos miserables un solo momento de hacerme aparecer como traidor, la puta que los parió, traidor les he de dar yo si se descuidan».
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