domingo 13 de julio, 2025
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Mons. Pablo Galimberti: 50 años de sacerdote al lado de la gente y celebrando su cercanía con Cristo

Por Daniel Spinelli
Pablo Galimberti Di Vietri cursaba el último año de secundaria en el Liceo Militar, con firmes intenciones de seguir la carrera naval, al igual que su padre a quien siempre admiró en todos los aspectos de la vida. Un día un sacerdote joven de la Parroquia de la Aguada le preguntó por su futuro, y le manifestó sobre su proyecto, aunque sin una absoluta seguridad. Al final de esa etapa luego de impulsos y frenos eligió el camino de ser sacerdote. En diálogo con CAMBIO, el Obispo Emérito de Salto relató sobre ese momento de su vida en la cual decide ingresar al seminario.
SACERDOTE PARA SIEMPRE
“Viví momentos de serenidad y aridez. Pero el barco seguía en su derrotero. Luego de tres años de humanidades (latín, griego, etc.) hice tres de filosofía. Hasta que el obispo me sorprende. “Conseguí una beca para continuar los estudios en Roma”. Duraron cuatro años. Al regreso aterricé en una Parroquia del Barrio Reducto. En mayo de 1971 de manos del arzobispo Carlos Parteli recibí la “ordenación sacerdotal”. Hace hoy 50 años. Proponer la fe a jóvenes inquietos, buscadores y animar pequeñas comunidades fue un lindo desafío”, dice Galimberti. Al cabo de cinco años lo designan para acompañar la formación y enseñanza de los futuros sacerdotes. A fines de 1983 el Papa Juan Pablo II lo designa obispo de San José y Flores. “Descubrí el interior con una realidad humana y cristiana diversa y floreciente”, sostuvo.
SU DESEMBARCO EN SALTO
En el 2006 lo recibe la Diócesis de Salto, la de mayor territorio, con un calor y movimiento pujante.” Desde Artigas hasta Río Negro he ido descubriendo la realidad humana, religiosa, social, productiva y educativa. Donde la iglesia intenta una presencia significativa, con la misión de acercar la luz de Jesucristo en las grietas y búsquedas de la gente. Y no sólo a raíz de la pandemia o la inestabilidad de la célula familiar. Necesitamos un arraigo en esta vida inestable y amenazada. Una fe que ofrezca arraigo y pertenencia.
SER CURA EN UN MUNDO AGITADO
Para Galimberti ser sacerdote en el mundo actual es en primer lugar tratar de ser un buen cristiano. “A eso lo cultivamos con una experiencia de cercanía con Cristo, el Resucitado, con quien me encuentro cada día y a cada hora. Sin esto, nos convertimos en simples funcionarios. Hoy hay mucha gente buscando estabilidad, arraigo, razones para vivir, trabajar y apoyar a su familia. El mundo está agitado y la fe en el mensaje que Jesucristo ofrece es muy fuerte, firme, va al fondo de mi vida, no es un “calmante” par un dolor pasajero. Sentir angustia es normal. Es un estímulo para escuchar mensajes desde el fondo del alma. Algo en mí “grita”. Lo contrario es la vida divertida, corriendo y tapando angustias”, resume en su mensaje.
CERCANÍA CON CRISTO
Para Galimberti “Poner una oreja en quien está buscando algo más”, es tarea de un sacerdote. El sacerdote también está habilitado para celebrar la cercanía de Jesucristo: cuando entrega el cuerpo de Cristo, cuando ofrece el perdón de Dios a quien reconoce su vida golpeada por culpas, desorientada y golpeada, buscando una oreja y una experiencia de perdón. El sacerdote no es sólo quien hace gestos extraños. Es, ante todo, testigo de Jesús de Nazaret, hijo de María e Hijo de Dios”.