sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

El valor de la palabra

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
Cuando me desperté, recordé lo que una persona me había dicho y personalmente había confiado en la palabra que él me había dado. Hoy día, me da la sensación de que la generación (como siempre hay excepciones) que llega a los 30 años, no tienen la noción o no creen en la palabra de la persona. Cuando en nuestro rubro, damos una guía de propiedad, más que un papel, damos CONFIANZA, para aquella firma que remitimos la guía. Más de una vez, les he escrito que existe un proceso dentro del ser humano, para poder llegar a eso. Primero tenemos que CONOCER, luego de conocerlo, depositamos nuestra CONFIANZA, para sí poder CREER, ya que me ha demostrado que merece mi FE en él, y por último: si lo conocemos, tenemos confianza, ya que creemos y deposito mi fe puedo llegar al AMAR.
Para mí, esto sucede a todo nivel, ya sea religioso, social, comercial, en los vínculos que relacionan al ser humano en la sociedad. Nuestra generación, al no tener tantos “desvíos” mentales, ya que muchos de todos los adelantos que hoy existen, no acaparaba nuestra atención o no existían. Los tratos eran de persona a persona, mucho mejor si eran “tet a tet”, (cara a cara). Hoy tenemos inter-relación con una persona que está en otro país y podemos vernos y hablar. Y esta pandemia ha logrado acelerar todos estos tipos de comunicaciones, para dejarnos o para cuidarnos, estando dentro de nuestra burbuja, y ha obligado a “veteranos” a aprender.
Volviendo a mi caso personal, había de por medio plata, pero el hombre mantuvo su palabra. ¿Cómo no confiar en él? ¿Cómo no confiar en una persona que le envío lo que produce el agro y me defiende como si fuese de él? Hay un grado de conocimiento que me da esa confianza. No es el hecho de que me pasen la mano por el lomo, sino un proceso de años de conocimiento que me permite decir: “Creo en tal persona, deposito mi fe, dado que confío en él” Cuando pido algo, a nivel particular y no a nivel financiero, me empuja a hacerlo: el conocimiento y confianza. Pero tengo que dar la seguridad de lo que pedí va con destino hacia el cual es el fin solicitado.
Las dudas quedan hacia un costado, y se llega a tal confianza, a creer en la palabra dada, que aunque parezca una mentira, se llega a pensar igual en la forma de obrar, se hace un vínculo de reciprocidad, uno tiende su mano y el otro también, creándose el famoso puente de hermandad. La transparencia, tiene una gran importancia, para darse uno a otro la tranquilidad de que se puede confiar.
En un mundo en que el dinero, es medio amo, que mueve al mundo; donde el ser humano es avasallado y usado, para lograr más poder a favor de quien tiene el poder económico, es cada vez más difícil creer en la palabra, que es algo que cualquier “brisa” se la lleva. Ese mismo mundo me lleva a pensar que, en su velocidad y apremio, no deja que se tenga tiempo para valorar lo que se dice. ¡Cuántas promesas se la lleva el viento! También existe parte de culpa en los padres que no enseñamos a nuestros hijos, el valor de la palabra. Pienso que muchas veces tenemos en nuestras bocas: “No, no me dijiste nada” “No recuerdo” “¿Estás seguro?” y tantas escusas que usamos para cubrir nuestro defecto.
Feliz de aquel que aún valora y cree en la palabra.