Por el Padre Martín
Ponce De León
Hace un tiempo que se desarrolla.
Es una actividad silenciosa pero embellecedora.
Durante unos días, artistas de diversos lugares, se enfrentan a muros de la ciudad.
Con rapidez y dedicación van plasmando, en diversos muros, sus colores y su arte.
Sé que no han de faltar quienes no le encuentren sentido a tal actividad puesto que cuestionan la ciudad se llene de pinturas al cielo abierto.
En lo personal, debo reconocerlo, es un algo que me agrada y mucho.
Considero que es una bonita manera de embellecer la ciudad.
Ya son más de cien muros los pintados con muy diversos estilos pero con igual creatividad y expresividad.
No soy un crítico de arte pero…
Hay pinturas totalmente abstractas.
Hay pinturas muy significativas.
Hay pinturas que no son otra cosa que retratos cargados de sabor local.
Todo es muy variado como variada es la procedencia y experiencia de los diversos pintores.
Entre los pintores hay quienes ejercen alguna profesión y están aquellos que han hecho de su arte un medio de vida.
Están los que están haciendo sus primeros muros y aquellos que ya han pintado muchísimos y han participado de diversos festivales internacionales.
Muchos de ellos están, únicamente, de paso pero dejan su arte (que es una forma de quedarse ellos) en alguna de las paredes de la ciudad.
Arte que se viste de aves, rostros o simples formas.
Sin duda que el festival “33 grados” no tiene la sonoridad de “Jazz a la calle”. Son dos festivales que se dan casi en simultáneo en la ciudad. Uno llena de sonidos y música algunas calles de la ciudad mientras que el otro llena de colores y expresiones algunos muros de la misma.
Es indudable que detrás de todo este festival hay organización y dedicación de quienes se encuentran al frente de todo ello.
Hospedaje, alimentación y materiales que se deben tener en cuenta aunque no se vea pero hace a la realidad del festival.
Generalmente los días del festival son de abundante calor que, rápidamente, se ve reflejada sobre la piel de los artistas que, ajenos a ello, continúan con su tarea.
Me decía uno de ellos: “El clima de Mercedes, parece como que se sube al andamio y allí te abraza para hacerte caer” puesto que en las horas de intenso calor se les podía encontrar transpirados pero totalmente dedicados a pequeños detalles de sus pinturas.
Pero, también, es un algo que despierta la solidaridad con los artistas puesto que no faltan quienes les acercan algo para facilitarle la actividad.
Puede ser un algo fresco para que se hidraten y refresquen.
Puede ser un algo con lo que construir un reparo que les permita un trozo de sombra.
Puede ser la cercanía que construye algún diálogo al que los artistas, sin dejar sus tareas, suelen prestarse con amabilidad.
“33 Grados” un festival para celebrar y disfrutar
Columnistas