Por el Padre Martín
Ponce De León
Los Fronterizos cantaban una canción que decía: “Tranquilo al trotecito/ tranquilo en el andar/ total no tiene apuro…….
Cada vez que le veo recuerdo aquella canción. Me es inevitable.
Todas sus acciones las realiza con parsimonia, lentitud y tranquilidad.
Todo lo suyo, parecería está lleno de rutina y, por lo tanto, programado de antemano.
Cada mañana que tenemos “Mesa compartida” es de los primeros en llegar.
Ha hecho suya la tarea de aprontar la mesa para el medio día.
Comienza pasando un paño húmedo en los manteles. Siempre de norte a sur.
En oportunidades he dejado algún objeto sobre la mesa y él llega hasta allí con su paño húmedo y, lejos de retirarlo, pasa una y más veces el paño por una línea imaginaria que traza el objeto hasta que voy y lo retiro y él puede continuar.
Luego pregunta si alguno de los comensales habrá de venir a almorzar puesto que no debe desperdiciarse una servilleta y poner un plato y un vaso que no se habrá de utilizar.
Una vez que realizó dicha averiguación se sienta y va doblando la cantidad de servilletas que colocará debajo de cada vaso.
Se pone de pie, nuevamente y coloca, frente a cada silla, los útiles para el almuerzo.
Una vez concluida esta “su” tarea, se instala en un lugar donde habrá de dormitar durante gran parte de la mañana.
En invierno se baña y se va hasta su casa a colgar la toalla. Debe esperar a que se seque para que no se la roben. Han existido veces en que durante esa espera se duerme y no llega a almorzar.
En una oportunidad, él lo contó, llegó hasta su casa y un joven le solicitó si no le ayudaba a llevar un televisor y lo hizo. Al regresar a su casa, luego de colgar la toalla, se dio cuenta que el televisor que había ayudado a llevar era el suyo y se lo acababan de robar.
Durante las comidas suelo no hablar y, mucho menos, participar de la conversación que se da entre los demás.
Él, parecería, vive en un mundo aparte.
Sucede que, muchas veces, para no olvidar tomar un remedio (una pastilla en la mañana y otra en la tarde) toma las dos juntas y eso hace que, por ejemplo, se duerma mientras sopla la comida que, en el plato o en la cuchara, suele estar caliente.
Hace poco tiempo llegó una señora con una donación de comestibles. Él permaneció sentado y sin moverse. Cuando, luego de la comida, fue a saludar para irse le dije si había visto a la señora y me contestó que sí. Como no había nadie más aproveché para decirle: “Esa señora trajo una donación que no es para mí sino para todos nosotros, vos ni te moviste de la silla cuando ella entró cargando los paquetes de fideos. La viste y no te moviste de la silla. No te costaba levantarte y decir “La ayudo, señora” Esa actitud habla muy mal de vos”
Me contestó “No me di cuenta. Le prometo no va a pasar más”
Pocos días después bajaba unos paquetes del auto para el comedor. Él, sentado en la silla me miraba realizar los viajes para descargar y no se movió.
Al despedirse le digo: “Hoy bajé unos paquetes y no ayudaste. ¿No era que no iba a pasar más?”
Me miró muy serio y muy convencido me dijo: “Pero usted me dijo que me acercara cuando venga una señora pero no cuando era usted”
Verdaderamente me quedé sin palabras puesto que no sabía si reír o decirle algo.
Sin lugar a dudas no resulta muy sencillo, en oportunidades, poder ponerse en el lugar del otro puesto que no logramos llegar a entablar una sintonía plena con el otro.
Parecería como que hablamos y vivimos en mundos paralelos y ello hace posible un acercamiento pleno.
No siempre es fácil poder entender al otro aunque nos creamos ya hemos hecho bastante como para estar en una misma sintonía.
Siempre debemos estar dispuestos a recibir esas lecciones que nos hacen saber aún tenemos mucho para aprender.
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