sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

Una necesaria necesidad

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce De León
Habla con autoridad y firmeza.
Siempre se encuentra dando cátedra sobre cualquier tema que se plantee.
Al comienzo puede ser escuchado con atención pero a medida continúa su exposición se va perdiendo interés en escucharle ya que, resulta imposible, no pensar en las contradicciones que plantea.
Contradicciones no con su vida sino, lo que es peor, entre lo que proclama con firmeza y lo que vive cotidianamente.
No rechina tanto su incoherencia sino su ausencia de autocrítica manifiesta.
Si uno le preguntase si él es perfecto sin duda habría de responder que no. Pero sus actitudes dicen lo contrario.
Siempre son los demás los que se equivocan y, por lo tanto, no necesita de una conversión y, por ello, es perfecto.
Cuando carecemos de autocrítica nos ubicamos en un sitial que no corresponde a cualquiera que se sepa un ser humano.
Los seres humanos somos seres en un constante crecimiento y ello nos hace, necesariamente, saber que siempre podemos equivocarnos.
Por limitación, por incapacidad o por no saber todo lo correcto que es necesario.
Reconocer nuestros errores no es una vergüenza o un oprobio con el que se debe cargar.
Reconocer nuestros errores es aceptar que aún tenemos mucho por aprender.
Reconocer nuestros errores es asumir que estamos a tiempo de hacer algo para comenzar a cambiar.
Nuestra autocrítica debe ser honesta.
Si hacer autocrítica es difícil hacerla con honestidad es mucho más compleja.
Están aquellos que la realizan con una intensa cuota de pesimismo y ello le conduce a un estar, casi siempre, con los brazos caídos.
Están aquellos que la realizan pero maquillan el resultado final para que no resulte incómodo o molesto.
Si la autocrítica es un don de Dios que debemos pedir, también lo es la honestidad para ejercitarla correctamente.
Quien considera que no necesita de autocrítica es, sin lugar a dudas, un necio.
Quien considera que los demás son los que siempre se equivocan es, sin dudas, un necio.
La autocrítica es una necesaria necesidad no para andar reprochándonos nuestros errores sino para ayudarnos a crecer.
Mal podemos ser útiles a los demás si no somos capaces de ser útiles para con nosotros mismos y para ello debemos tener la capacidad de ser honestos autocríticos.
Mal podemos ayudarnos si estamos responsabilizando a los demás de nuestras equivocaciones.
Mal podemos crecer si no somos capaces de aceptar que nos equivocamos.
La autocrítica también nos ayuda a fortalecer nuestras cualidades.
Nunca debemos creer que seamos solamente errores puesto que todos tenemos virtudes en las que debemos apoyarnos para ser más y mejores personas.
Somos una mezcla de cualidades y defectos y no podemos ignorar esa realidad.
Negar tal cosa es ser desagradecidos para con lo que Dios ha hecho en nosotros.
El vértigo en el que vivimos, muchas veces, nos ayuda a no detenernos a reflexionar sobre nosotros mismos y ello nos introduce en una comodidad que no es provechosa.
Pedirle a Dios que nos obsequie esta necesaria necesidad es un algo que, junto con su utilización correcta, siempre debería estar presente en nosotros.
Nadie puede hacer esa autocrítica que nosotros, por miedo, por comodidad o por ignorancia, no somos capaces de realizar.
Alguien que no reconoce sus defectos jamás resulta creíble por más que diga inmensar verdades.