martes 23 de abril, 2024
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Encuentro de luz y color

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
La Iglesia nos propone vivir un tiempo donde debe brillar la luz y el color puesto que es un tiempo donde debe predominar el amor.
Es un tiempo donde se nos invita a encontrarnos con nosotros mismos para mejorar nuestra condición de persona cristiana.
Por ello es un tiempo donde debemos experimentar un encuentro de amor y, por ello, un encuentro colmado de luz y color.
Por mucho tiempo se nos invitaba a vivir este tiempo rodeado de morado y sombras porque un tiempo de mortificación y penitencia ante nuestra condición de necesitados de conversión.
¿Quién puede no saber que se equivoca y, por ello, necesitado de conversión?
Creo que absolutamente todos somos conscientes de tal realidad.
No podemos vivir mirando, solamente, nuestros errores. Hacer tal cosa sería quedarnos en la más cruda de nuestras miserias.
Sería muy triste encontrarnos con el ser amado para compartirle, únicamente, nuestras miserias humanas.
Reconocemos que tenemos errores pero, también, que existen en nosotros cualidades (regalos de Dios) que nos ayudan a superarlos.
Nos encontramos con el ser amado para compartirle lo que somos pero, fundamentalmente, lo mejor de nosotros.
Por ello es que este es un tiempo de encuentro donde prestamos especial interés a nuestras cualidades para ayudarnos a ser mejores personas que es la única forma de ser mejores cristianos.
Este es un tiempo de comenzar y vivir un camino de cambio inspirado y conducido por el amor.
Es por ello que este es un tiempo de encuentro pleno de luz y color.
El amor siempre ilumina la existencia de aquel que lo experimenta, por ello Jesús afirma «Yo soy la luz» puesto que nadie como Él supo vivir al y del amor.
En este tiempo que la Iglesia nos invita a vivir con amor nos encontramos cara a cara con Jesús para intentar hacer de nuestra vida la mejor respuesta al amor que experimentamos recibimos de Él.
En ello debe consistir nuestra auténtica conversión.
Convertirnos es cambiar y, para ello, debemos saber, con la mayor certeza posible, lo que Él espera de nosotros.
No es un convertirnos para estar más cómodos o tranquilos. No es un convertirnos para estar más encerrados en nosotros mismos.
Convertirnos es cambiar y, para ello, debemos saber lo que es del agrado de Jesús y hacer nuestras sus opciones.
No estamos llamados a convertirnos a Jesús sino a ser Jesús para los demás y por eso es que necesitamos acercarnos a realizar un encuentro con Él donde, plenos de luz y observando sus mejores colores, lo podamos hacer nosotros.
La conversión es, de nuestra parte, un sentido acto de amor porque de encuentro con el ser amado.
Nada de lo que hace y dice de Dios debe estar carente de amor ya que Él es amor y todo lo vive desde esa realidad y perspectiva.
Cuando despojamos del amor a las realidades de Dios lo despojamos de lo que es esencial en Él y, por ello, lo inventamos y acomodamos a nuestras conveniencias.
Hacer de este tiempo de la Iglesia de un tiempo carente del amor es vivir un tiempo sin la exigencias que solamente el amor es capaz de proporcionarnos para vivir una conversión auténtica.
Pongamos luz y colores a nuestro encuentro con Jesús y vivamos este tiempo dispuestos a dejarnos conducir por su amor.
Tal cosa nos animará a salir a la intemperie, humanizar nuestro cristianismo y vivir la alegría de poder amar y dejarnos amar desde nuestra entrega plena de sencillez.