Por el Padre Martín
Ponce de León
Debería escribir sobre la final del campeonato del mundo a nivel de fútbol pero hacerlo sería darle más importancia que a la Navidad que se acerca.
Sin duda que el fútbol ha movido, durante el tiempo que ha durado, el interés de quienes gustamos de tal deporte.
Muchos han sido los intereses que se han jugado a lo largo de todo este tiempo en Qatar.
Intereses de mucho tipo pero, fundamentalmente, intereses económicos de los cuales no podemos hacernos mucha idea puesto que no estamos acostumbrados a manejar tantísimos ceros como los que se han manejado en estos días.
Es, allí, donde surge lo esencial la celebración de Navidad que mueve y motiva cero intereses monetarios.
Porque la fiesta de la Navidad apunta a intereses que hacen a lo esencial de las personas y de las familias.
Navidad es un tiempo donde lo más íntimo del ser humano se relaciona con Dios y se colma de lo mejor.
Porque, en cada Navidad, Dios pone a nuestro alcance lo mejor de sí hecho niño recién nacido para que lo asumamos y hagamos parte de nuestra vida.
Nos regala presencia y cercanía.
Nos regala ternura y fragilidad.
Nos regala delicadeza y dulzura.
Sí, todo en un niño que, recién nacido, irrumpe en nuestra historia para que, tomándolo en nuestros brazos, lo cuidemos y ayudemos a crecer.
Vivir Navidad es vivir un compromiso con Dios y con el hoy.
El amor de Dios no es una riqueza para que disfrutemos desde nuestra experiencia interior.
El amor de Dios no es un algo que irrumpe en nuestra vida para que quede allí.
En cada Navidad Dios nos regala su amor para que lo pongamos al servicio de los demás.
Experimentar el amor de Dios debe ser, sin lugar a dudas, un algo que nos impulse a salir al encuentro con los demás y hacerlo don que se brinda desde lo que somos.
Dios se nos brinda no para que nos encerremos en nosotros mismos y disfrutemos de tal privilegio sino para que nos brindemos a los demás compartiendo lo mejor de nosotros mismos.
Navidad es darnos para que nos demos.
Navidad es disfrutar para dignificar a quienes esperan de nosotros.
Navidad es mirar lo esencial de nosotros mismos y poder dar una mano para que alguien más se descubra importante porque persona.
Muchas veces, la mayoría, mirar Navidad es mirar en dirección contraria a donde mira el hombre de hoy.
No parece importante o necesario el mirar a lo esencial de nuestra condición de personas y así nos va. Vivimos en una sociedad donde lo humano se va empobreciendo cada vez más porque ocupada en el tener y no en el ser.
A esta altura del año todo va adquiriendo un sabor navideño que nos resulta imposible ignorar sino que se va introduciendo por todo nuestro ser pese a las muchas resistencias que solemos poner.
Resistimos porque nos cuesta comprometernos desinteresadamente con los demás.
Resistimos porque nos cuesta salir de nuestras seguridades para vivir la inseguridad del darnos.
Resistimos porque nos cuesta asumir la responsabilidad de escuchar y buscar, con los demás, lo mejor para otros.
Todo tiene sabor navideño. Ojalá, también nuestro corazón se impregne de tal sabor.
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