martes 23 de abril, 2024
  • 8 am

Lula Presidente: la esperanza se “derrama” al continente

Daniel Dalmao
Por

Daniel Dalmao

14 opiniones

Por Daniel Dalmao
Partido Comunista
El primer día del año, Luis Ignacio-Lula-Da Silva asumió por tercera vez como presidente de Brasil. Pasaron 20 años de aquella primera vez, donde quizás su frase más recordada fue el anuncio del plan “fome zero” (“Hambre cero”). Paradoja del destino, tuvo nuevamente que tomar el tema como uno de los más importantes.
Este acto de asunción de la presidencia por parte de Lula tiene trascendencia en sí mismo por lo que importa para Brasil, para su democracia, para su pueblo, pero sin duda que tiene trascendencia histórica mucho más allá de las fronteras de ese inmenso país. Importa mucho para Latinoamérica, importa para el mundo, importa para aquellos pueblos que anhelan un camino independiente, de soberanía y de desarrollo justo para el conjunto de sus sociedades.
La importancia de la que hablábamos más arriba se vio reflejada en el número de delegaciones internacionales que se hicieron presentes ese día en Brasilia, capital del hermano país. Se reflejó también en el clima reinante, en los saludos, los abrazos, en los discursos y en la atención que el anfitrión le dispensó a cada visitante, pero también en la alegría del pueblo en la calle y en los millones que siguieron la jornada a través de los medios en distintas parte del mundo.
Es que Brasil es “demasiado” grande, incide y mucho. Nadie puede permanecer indiferente, mucho menos si vive en el barrio” sudamericano. El rumbo que tome la política internacional del nuevo gobierno brasilero será determinante en buena medida para los países del Mercosur y de Latinoamérica, pero también se hará sentir en otras partes del mundo.
Al pensar en este hecho político es imposible soslayar la historia reciente de Brasil. No es un cambio más de gobierno simplemente, no es solo el hecho que un presidente asuma por tercera vez: ¡A este hombre lo quisieron matar políticamente! Y para eso sus enemigos, desplegaron todas las fuerzas del mal que tuvieron al alcance. Para ese objetivo tuvieron detrás al poder económico, al político, al mediático, al judicial, al de la mayoría de las iglesias evangélicas y a todas las expresiones conservadoras que anduvieran en la vuelta.
Primero dieron un golpe de estado parlamentario destituyendo a Dilma. Importó poco allí que no pudieran encontrar prueba de delito alguno cometido por la presidenta, que ella había sido elegida con el voto de 40 millones de brasileros y que estaba siendo juzgada por unos centenares de parlamentarios, acusados muchos de ellos de corrupción. Lo que importaba era terminar a como diera lugar con un gobierno de izquierda, un gobierno con sensibilidad social. Comenzó inmediatamente un gobierno encabezado por el usurpador Temer que significó retroceso y pérdida de derechos para los trabajadores y el pueblo.
Luego vino la persecución a Lula, las acusaciones ampliamente promovidas en los grandes medios de comunicación y el poder judicial llevándolo a la cárcel. ¿Pruebas? “No importa, sino las tenemos las fabricamos, contamos con fiscales y jueces afines”. Había que impedir que Lula pudiera competir para que asumiera el impresentable de Bolsonaro. Después se vino la noche, el desastre (cuyo detalle daría para varias notas). Tanto fue así, que buena parte del poder que lo llevó al gobierno le soltó la mano.
No fue nada fácil lograr el triunfo. Primero se conformó una alianza de partidos de izquierda, de la que poco se habla, (PT, PCdoB, PV), luego alianzas más amplias incluyendo otros partidos de izquierda y de centro y en la segunda vuelta más amplitud aún. ¿Qué estas alianzas tan amplias pueden condicionar a un gobierno de izquierda? Sí, claro. El tema es que la cosa era entre” Democracia o Fascismo”, “Libertad o autoritarismo”.
Mucho queda por delante, muchas esperanzas, muchas alertas (la ultraderecha está ahí).
¡Viva la Democracia! ¡Vivan los pueblos que luchan por la igualdad!