miércoles 24 de abril, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada: SERRAT Y BENEDETTI: ¿ARTISTAS O POLÍTICOS?

Cuando yo era muy chico un día me enamoré de las canciones de Joan Manuel Serrat. Mis padres me regalaron un disco y la oía con obsesión. Claro, Antonio Machado le daba una mano al catalán, pero igual me encantaba. Ya más crecidito, me tragué todo lo de Benedetti, sentía que nos retrataba de una manera tan linda a los uruguayos, que me lograba identificar con esa mirada. (Sobre todo el Benedetti de las novelas). Cuando vino la democracia, advertí que estos artistas no eran solo artistas, eran también políticos activos. A Serrat era imposible irlo a ver, se embanderaba con el Frente Amplio y lo hacía con supremo orgullo. Los que no éramos frenteamplistas sentíamos que el espectáculo era más un acto político que un recital musical. (Hace muy poquito vino a actos de de festejo del socialismo uruguayo). De Mario, ya lo saben todos, su pasado y sus adhesiones al partido de la izquierda uruguaya. ¿Qué tenía que hacer uno que era un Batllista de toda la vida ante estos señores? ¿Aplaudir cómo un artista se ponía al servicio de una causa política? ¿Callarme como un cornudo? ¿O no ir nunca más a un espectáculo flechado?

Hace poco uno de estos crack de las murgas dijo: “Yo sólo hago esto desde la izquierda y no podría hacerlo de otra forma”. Es que mucho artista siente que sólo desde la izquierda, para la izquierda y con la izquierda tiene que verbalizar sus mensajes. No es «gramsciano» el asunto, es así, “a la uruguaya” dijeron algunos papanatas con pretensión de particularismo.

Pienso que si el arte está al servicio sumiso de la política partidaria se rebaja, se achica y deja de tener esa pretensión de universalidad que es central a una buena obra artística. Un canal como TV Ciudad –que es una maravilla técnica– tiene todo un mensaje que de alguna forma está al servicio de una causa política partidaria. Lo hacen con talento, es cierto, pero basta prestar atención para advertir que los artistas que por allí pasan son los de la “barra compañera” y los mensajes son los de esa matriz filosófica. El eterno Viglietti (ufa…) es un abonado a esa pantalla. Y ahora, sin vergüenza, muestran el arte musical de izquierda con una pretensión totalizadora que mete miedo. Es la soberbia del absurdo extremo para mi gusto.

No niego que los artistas tienen derecho a ser políticamente lo que quieran ser y, si así lo desea, manifestar sus adhesiones, pero cuando es más relevante el tema político-partidario que el arte mismo (que solo está al servicio de las causas revolucionarias) se produce una exclusión adrede de todos los liberales (“fachos” para ellos) y el asunto se desborda para su talante totalitario. Unos para afuera de la cancha: no tiene derecho a disfrutar de esto si no son de este grupo; y si no son, son una basura reaccionaria y conservadora. ¡Embrómese m’hijo, por no ser como nosotros, “progre”!

Es maravilloso, pero esos artistas que se ubican en la izquierda, que de seguro muchos lo hacen con la buena fe de creer que esas ideas son mejores que otras, asumen un modus operandi que es excluyente, dogmático, intolerante y soberbio. En una palabra: no democrático. Es increíble que entren por una puerta y salgan por otra…

Deberían saber que muchos los admiraríamos mucho más si no nos sintiéramos excluidos de esa forma tan discriminatoria. Una pena.


Extraído del libro “You Turk”, delirios bipolares, de Washington Abdala (abogado, periodista, escritor, docente de ciencias políticas, actualmente es embajador de Uruguay ante la OEA)