sábado 27 de julio, 2024
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La columna infiltrada: UN GRAN POLÍTICO, A SU PESAR…

Foto: Dr. Enrique Tarigo

La más conocida frase de Ortega, en sus Meditaciones del Quijote, suele citarse parcialmente. Completa es: “Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella, no me salvo yo.” A pocos les cabe más la idea orteguiana que a Enrique Tarigo, un abogado de oficio, consultor de la Asociación de Diarios, profesor de Derecho Procesal (materia de tecnicismo jurídico si las hay) al cual la historia, en un día inesperado, le reclamó entrar a la política. Desde entonces todo cambió. Para él y, en cierto modo, también para el país. Salvó a la circunstancia y se salvó él.
Tarigo se va del Diario El Día en noviembre de 1978 por diferencias sobre su conducción y abre otra etapa periodística en la revista Noticias, a la que también renuncia en 1980 cuando su propietario aceptó la orden oficial de no publicar un artículo suyo: “No estoy dispuesto a cargar con los miedos o temores ajenos y a variar los temas sobre los cuales he venido escribiendo desde hace largo tiempo”. Eran artículos referidos al proyecto de reforma constitucional que proponía el gobierno (de facto) y que se plebiscitaría en noviembre de 1980. Sus renuncias, siempre rotundas, estaban motivadas por su carácter fuerte y un ADN principista que comandaba sus actos.
Sobre el filo del plebiscito constitucional planteado por el régimen de facto, el 27 de octubre de 1980 funda Opinar. Su primera edición se frustra; el gobierno le impide salir. Sale a la semana siguiente, el 6 de noviembre, luego de que le reclamara personalmente a dos generales por la situación. Alcanza un enorme éxito y pasa a ser, junto con los otros semanarios que por entonces aparecieron, un protagonista del proceso de transición.
Esa campaña de 1980 le impone lo que nunca había pensado hacer: debutar como orador político el 31 de octubre en el cine Cordón, en un acto de la juventud colorada. Luego, el 14 de noviembre, participa, en canal 4, de un célebre debate, en que comparte posición opositora con el Dr. Eduardo Pons Etcheverry, en polémica con los dos representantes oficialistas, los Dres. Néstor Bolentini y Enrique Viana Reyes. La escena histórica hoy luce extraña, anacrónica: en blanco y negro, con una mesa sencilla y seis butacas, y el ambiente nublado por el humo de cigarrillos que por entonces se fumaba sin recato… Pons acuña su memorable referencia a los “rinocerontes” de Ionesco, en alusión a los civiles que colaboraban con el régimen. Tarigo estampa sus definiciones categóricas: “Si yo fuera comunista votaría por esta Constitución. Voto esta Constitución que establece ese poder totalitario concentrado en el Poder Ejecutivo en el Ejército. Y después, como no soy comunista, trato de infiltrar al Ejército. (…) Esta es una Constitución totalitaria, apta para un partido fascista u un partido comunista. No me sirve a mí, que soy colorado, que soy demócrata y que soy liberal”.
(…) Ese hombre de derecho, de rostro adusto, era sin embargo un conversador ameno, que supo rodearse de jóvenes con los que escribió hermosas páginas cívicas. Disfrutamos de su fino humor y su enciclopédica sabiduría. Así como esquivamos cualquier referencia futbolística, porque en ese terreno el profesor pasaba a ser un fanático para el que el Club Nacional de Fútbol se convertía en una suerte de religión monoteísta.
Lo que nadie hoy podrá negar es que, sin él, no se puede concebir la historia del retorno de la democracia uruguaya.
ENRIQUE TARIGO nació el 15 se septiembre de 1927 y falleció el 14 de diciembre de 2002.


Textos extraídos del libro “Retratos desde la memoria”, de Julio María Sanguinetti, impreso en marzo de 2019.