sábado 21 de diciembre, 2024
  • 8 am

La columna infiltrada: HAY DIRIGENTES QUE PREMIAN A LOS VIOLENTOS CON CARGOS PÚBLICOS

(Hace pocos días Jorge Da Silveira, el Toto, “colgó” el micrófono luego de 62 años con presencia en diferentes radios. No pudo cumplir su deseo: “…Me encantaría que Dios me diera salud para morir trabajando.” En el 2007 Di Candia le realizó una entrevista donde hizo declaraciones muy fuertes y, por tener la particularidad que siguen vigentes, hoy las hacemos parte de la Columna infiltrada).
-Violencia, contratistas todopoderosos, presiones indebidas…
-Empecemos por la violencia ya que tú las has mencionado. Es notorio que este es un fenómeno social a nivel mundial, pero también pienso que en el deporte se ha desarrollado mucho más que en otros campos. ¿Por qué? Porque ha cundido la sensación de que la violencia en el deporte nunca es castigada. Esa impunidad ha alentado las brutalidades y los salvajismos. ¿Las casas de esa impunidad? Son muy sencillas: primero, porque a nivel de las fuerzas del orden no ha habido ningún estudio a fondo del tema ni un ataque profundo y serio para tratar de contenerlo. Este flagelo no solo ha dejado muertos sino que ha provocado que muchísima gente se haya retirado de os campos deportivos, en especial de las canchas de fútbol. Ya no existe seguridad ni aún en las tribunas más caras. Segundo, porque las veces que las fuerzas del orden han actuado, no han encontrado el debido respaldo del Poder Judicial. En defensa de este último habría que agregar que en muchos casos los jueces no han podido actuar porque los expedientes les han llegado instrumentados de tal manera que no han encontrado elementos probatorios. Pero me cuesta creer que en un país tan chiquito y donde todos nos conocemos, sea imposible que representantes del Ministerio del Interior y la Suprema Corte de Justicia se inviten entre sí para ponerse de acuerdo en cómo se tiene que instrumentar un expediente para que las personas detenidas por procedimientos policiales contra los causantes de de violencia en el fútbol puedan ser luego procesados. Creo que no se le ha dado al problema la trascendencia que tiene. Y no hablo solamente de estas autoridades porque esto se viene arrastrando de muchos años atrás. Todos sabemos que muchas veces se producen hechos vandálicos, agresiones cometidas con una saña increíble y que los culpables nunca llegan a las comisarías, porque los agentes los sacan de la cancha y ahí se esfuman. Cuando los jueces piden los partes policiales, estos casi nunca registros detenidos por los hechos. Obviamente, la justicia no puede proceder, pero eso contribuye a que en el ánimo general se haya hecho carne la idea de que el matonismo nunca sea castigado y que hay que seguir así porque no pasa nada.
-Habría que analizar quienes estimulan o tratan de disimular la violencia. Las barras bravas no nacieron solas, por generación espontánea. Hay personas que las organizaron, les dieron instrucciones y les ha facilitado entradas gratuitas. Cuando sus integrantes llegan a la comisaría, esas personas se encargan de sacarlos. Por lo tanto me parece exagerado decir que las barras bravas son simples instrumentos que otros digitan. La búsqueda del problema está mal orientada.
– Siempre he sostenido que hay un cordón umbilical que une a la dirigencia del fútbol con las barras bravas. Por lo menos en un noventa por ciento de los casos. El otro diez El otro diez los dejamos para la violencia en su estado puro. En general hay apoyo logístico y muchas veces económicos de parte de los dirigentes hacia esos grupos violentistas. Ellos creen que con ese proceder pueden tener un respaldo personal y no se dan cuenta que muchas veces las barras bravas resultan la máquina que mata el inventor, cuando los resultados no son los de su agrado. Los dirigentes no solo regalan entradas, les pagan los ómnibus para su traslado, dentro y fuera del país y los liberan las pocas veces que caen presos…
-y hasta les dan empleos en organismos estatales con sueldos que paga el país entero…
-Sí señor. He visto trabajar a algunas personas de las barras bravas en el mismo edificio del banco oficial donde yo era abogado.
-Es decir que la violencia no se reprime, se premia.


Datos extraídos de Confesiones y arrepentimientos, reportaje de César Di Candia para diario El País.