Gorriones de la ciudad
Por el Padre Martín Ponce de León.
Tú, Señor, no quieres que, solamente, hablemos de los pobres.
Tú, Señor, no quieres nos limitemos a elaborar teorías sobre ellos. Tú, Señor no quieres nos limitemos a ser solidarios con ellos.
Tú, Señor, no quieres nos empeñemos en entenderles en base a lo que otros dicen o escriben de ellos. Hacer tal cosa sería muy fácil por más que nos pudiese costar mucho poder entenderles.
Tú quieres que seamos pobres con los pobres. Considero que lograr tal cosa es muy pero muy complicado puesto que implica lograr una mentalidad que no es fácil de lograr.
Sin duda que, como en todos los órdenes de la vida, hay pobres y pobres. En lo personal me agradan esos pobres que, por estilo de vida, son pobres entre los pobres. Esos pobres, a quien una amiga llama “los pide pan” Son seres que, parecería, lo material no tiene lugar en su vida ya que lo importante no es vivir sino, simplemente, sobrevivir.
Son seres que se acostumbraron a vivir con lo puesto y lo demás es tan secundario que no se tiene en cuenta. Son seres que no tienen horarios y mucho menos agenda ya que lo suyo es vivir lo diario como el día lo presente. Son particulares “gorriones de la ciudad”.
Transitan por las calles picoteando lo que encuentran y con quienes se encuentran. Para ellos nada es más importante que sobrevivir sin detenerse a pensar en cómo o en dónde. Ni piensan en el cómo ya que con algo que encuentre o le den ya se va contento y con el día ganado.
Ni piensan en el dónde ya que tienen sus diversos lugares donde pasar la noche o poder dejar sus cada vez más escasas pertenencias. Es difícil hacerse a la idea de que es posible un estilo de vida tan colmado de limitaciones y que resulte posible acostumbrarse a ello.
Estarán quienes no lograrán entender se pueda ser feliz entre tanta nada y tantas carencias.
Estarán quienes son felices con su rol de “gorriones de la ciudad”. Estarán quienes rechacen ese estilo de vida con temor y cierta repulsión.
Estarán quienes admiran ese estilo de vida e intentan aprender de ellos por más que sepan que para hacerlo deberán ser como ellos aunque tal cosa no sea fácil.
Estarán quienes vivan su pobreza con resentimiento y envidia hacia todos quienes han sabido construirse un estilo de vida opuesto al suyo.
Estarán quienes vivirán su condición de “gorriones de la ciudad” sentados al cordón de la vereda con la dicha de saber disfrutar las pocas migas que puede encontrar.
Es evidente que estos últimos son seres que, como los gorriones, pueden pasar a nuestro lado sin que lleguemos a verlos y disfrutar con ellos del saberse cuidados por un Dios que se hace rostro humano y le regala su sonrisa.