domingo 5 de mayo, 2024
  • 8 am

Redacción “La vaca”

César Suárez
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César Suárez

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Por el Dr. César Suárez
La semana pasada hablábamos de bueyes perdidos, pero no sólo de bueyes se vivía en el predio que yo habitaba en mi niñez y adolescencia, había un zoológico muy variado al servicio de la familia rural.
Otro actor muy importante, (quizás debiera decir actriz), era la vaca que si bien no era tan apta para la tracción a sangre porque era más débil que el buey y su fuerza rendía menos, pero la que proporcionaba la leche, alimento esencial que además permitía obtener manteca y quesos y en ocasiones, cuando había exceso, se podía comercializar enviándola a la ciudad en tachos de acero que viajaban en un ómnibus lechero, el mismo en el que yo iba diariamente al liceo de Minas, pero además era capaz de producir terneros para mantener la “flota”.
Simultáneamente había varias generaciones de vacunos, terneros, novillos bueyes y vacas.
Más de una vez la escuela, la maestra, no ordenaba hacer redacciones y la vaca era un tema ineludible.
Una vez que cada uno de estos animales había cumplido con todas las generaciones y ya no servían ni para la reproducción ni el trabajo, esos animales marchaban para el frigorífico. Triste destino de los vacunos que cuando ya no prestaban utilidad, había que aprovechar su carne y su cuero para complementar la economía.
Ordeñar una vaca no siempre era tarea sencilla, había algunas dóciles, que se instalaban mansas en el corral, pero otras no estaban tan dispuestas a ceder su leche tal como lo relataba la cantante de temas criollos, Amalia de la Vega en “mate amargo”, poema de Tabaré Regules, que cuando ya lavado, siempre la yerba tenía una vueltita y al que comparaba con una vaca lechera, “sos como vaca mañera que sabe esconder la leche”. La leche y la vaca también ha aportado varios refranes criollos “el que se quema con leche, ve una vaca y llora”, “es como leche hervida” referida a personas de mal talante que reaccionan en forma brusca en el momento menos pensado, o en los versos de Martín Fierro cuando refriéndose a una mujer negra que entraba con su marido también negro a un baile criollo expresó “va cayendo gente al baile” y que tuvo la respuesta de la mujer, “más vaca será tu madre” historia que finalizó dramáticamente cuando el marido de esa mujer reaccionó contra el gaucho matrero terminando apuñalado por este.
Ahora recuerdo un cuento que me hacía mi abuelo hace más de 60 años acerca de una vaca que un paisano tenía con tumor en un ojo y la puso a la venta muy barata, a un vecino le interesó la oferta y se la vino a comprar, aunque desconfiaba por el precio tan bajo, entonces el vecino le preguntó al paisano, “está seguro que esta vaca no tiene ningún defecto” y el paisano le respondió, “a la vista está”, el vecino la miró, la vaca estaba gordita, bien alimentada y terminó por comprársela. Cuando llegó a la casa, muy contento con el negocio realizado, se la mostró a su señora y la mujer que era más observadora que su marido, enseguida le dijo “hombre, no te das cuenta que esta vaca tiene un tumor en un ojo”.
El vecino furioso volvió con la vaca reprochándole al paisano, “usted me vendió una vaca con un tumor en un ojo” a lo que paisano le respondió “cuando usted me preguntó si la vaca no tenía ningún defecto yo le dije claramente, a la “vista” está, y usted me la compró igual”.
Historias de vacas y animales criollos abundan por todos lados con los que tuve la oportunidad de convivir y que se quedaron impregnadas en mis recuerdos, recuerdos felices, disfrutables de otra forma de vida sencilla y distendida que vista a la distancia se percibe como una vida de sacrificios porque sólo existía la generosa naturaleza, con cero tecnologías, otra forma de vida diferente, sin tantos insumos que nos ha aportado la tecnología, pero una vida tranquila, sin estrés.