
La rabia es una enfermedad infecciosa extremadamente peligrosa. Una vez que se desarrolla, siempre acaba con la muerte, tanto en gatos como en personas. Por eso, es importante saber dónde existe un alto riesgo de infección y dónde el peligro es relativamente bajo. Aparte de los gatos, también pueden contraer rabia otros animales, como perros, vacunos o cerdos. Dado que se trata de una zoonosis, las personas también pueden infectarse. En cuanto a la rabia en gatos, suele afectar a los de exterior porque los domésticos están aislados. Sin dudas que la detección de un caso en Salto disparó la alarma no solo en las autoridades que de inmediato desarrollaron medidas de campo para neutralizar el foco, sino en la ciudadanía que ha comenzado a observar a sus mascotas de una manera distinta.
SÍNTOMAS
Tras sufrir la mordedura de un animal infectado, los primeros síntomas suelen aparecer entre dos semanas y dos meses después. Cuanto más cerca se encuentra la herida del sistema nervioso central, más rápido puede el virus infectar el tejido nervioso. Cuando se sospecha el gato podría tener rabia, se debe comunicar al veterinario inmediatamente por teléfono. A continuación, este iniciará otras acciones e informará a las autoridades competentes. Debido al alto riesgo de infección, el gato no podrá tener contacto con personas, ni otros animales desde el momento de la sospecha. Las lartas tienen que ver con observar que el comportamiento del gato cambie de repente, pero esto no significa automáticamente que tenga rabia. Los dolores fuertes y las heridas en los tejidos nerviosos, como por una hernia discal, también podrían ser la causa. Además, los gatos también presentan cambios de conducta cuando están estresados.
PSICOSIS
Médicos veterinarios locales han advertido que las consultas en las clínicas que atienden a mascotas, especialmente perros y gatos, se han disparado tras la detección del caso en Salto. Mucha gente lleva al gato a la veterinaria por cambios de conductas, pero eso no quiete decir que el animal esté infectado. Se observa como una especie de psicosis que la gente tiene ante cualquier cambio de comportamiento de su mascota.