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Con más de 50 años de datos y análisis a sus espaldas, la Facultad de Agronomía en Salto ha sido testigo de cómo el cambio climático redefine los parámetros climáticos tradicionales. En entrevista con el programa La Hora del Campo, la Ing. Agr. Celmira Saravia compartió los hallazgos de un estudio sobre las temperaturas en la región y el impacto de las olas de calor, un fenómeno que, según sus investigaciones, tiene una alta probabilidad de ocurrencia anual en la región.
Definición científica
«Definimos las olas de calor como eventos extremos donde las temperaturas mínimas y máximas superan umbrales específicos durante tres días consecutivos o más,» explicó Saravia. Basándose en datos recogidos entre 1970 y 2022, se estableció que en Salto estos umbrales corresponden a 21,8°C para temperaturas mínimas y 35,3°C para máximas.
La investigadora destacó que, aunque las temperaturas mínimas globalmente tienden al alza, las máximas no han mostrado un incremento similar. Sin embargo, el cambio más preocupante es la extensión de la época en que pueden ocurrir olas de calor, con registros fuera del verano, como en abril, mayo o incluso junio.
Uno de los puntos más críticos abordados fue el impacto directo de las olas de calor en los animales de producción. «Aunque solemos asociar el calor con las temperaturas máximas, son las mínimas elevadas las que generan mayor estrés en los animales, ya que les impiden recuperarse durante la noche,» explicó Saravia. Este fenómeno afecta negativamente la ganancia de peso, la reproducción y, en casos extremos, puede causar mortalidad.
Un ejemplo claro es el de los pollos parrilleros próximos a faena, que, debido a su elevada tasa de crecimiento y la dificultad para disipar calor, sufren altas tasas de mortalidad durante olas de calor severas. En el caso del ganado bovino, estudios realizados por la facultad revelaron que los animales con acceso voluntario a sombra natural registraron mayor ganancia de peso y una recuperación más rápida tras episodios de calor extremo, en comparación con aquellos expuestos al sol durante todo el día.
Clave para mitigar
los efectos
Ante este panorama, Saravia enfatizó la importancia de garantizar acceso a agua fresca y sombra como medidas mínimas para minimizar el impacto de las olas de calor en los animales. Además, señaló que el 94% de los años estudiados en la región registraron al menos una ola de calor, lo que subraya la necesidad de considerar estas estrategias como parte fundamental del manejo ganadero.
«Las olas de calor están asociadas a una combinación de temperaturas altas y humedad elevada, lo que limita los mecanismos naturales de termorregulación, como la sudoración o el jadeo. Por eso, la disponibilidad de agua y sombra no solo mejora el bienestar animal, sino que también protege el rendimiento productivo,» concluyó.
Aunque las olas de calor son inevitables, el estudio detallado permite diseñar estrategias de manejo más efectivas. «Es crucial que los productores agropecuarios consideren el acceso a sombra y agua como parte integral de sus sistemas de producción. Esto no solo beneficia al ganado, sino que también garantiza la sostenibilidad del sector en un clima cada vez más desafiante,» afirmó Saravia.