jueves 24 de julio, 2025
  • 8 am

Genera acción

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Avisos judiaciales

Por el Padre Martín Ponce De León.
Se presentó y luego pasó a desarrollar la razón de su comunicación. Yo respondí con otra sugerencia y la razón de la misma. Quedamos en encontrarnos unos días después y ver la posibilidad de concretar su deseo y mi propuesta. Pocos días después nos encontramos y fuimos a conversar posibilidades en uno de los barrios de la ciudad.
Todo se podría haber resuelto con unas pocas palabras ya que la dueña de casa se mostró, inmediatamente, propensa a secundar la iniciativa, pero se utilizaron muchas palabras debido a la inclinación a usar muchas palabras de la dueña de casa.
Durante la semana siguiente se pusieron en movimiento en el afán de conseguir todo lo necesario. Estaba lo necesario y algo más. Ese sábado, muy temprano en la tarde, me llegué hasta el lugar y llegué tarde puesto que la actividad ya había comenzado.
Unas lloraban pelando cebollas, otras conversaban, amigablemente, cortando en trozos pequeños, las cebollas recién peladas.
Saludé y me asignaron la tarea de ir pelando papas y en ello me ocupé. Las cebollas dieron lugar a las zanahorias, las papas a los zapallos y, las zanahorias a los repollos.
Mientras tanto se encendió el fuego y se comenzaron a cargar las ollas. En tres ollas había comida como para unas cien personas. El primer paso ya estaba dado y todo era limitarse a esperar que el fuego y el caldo hiciesen su tarea.
Un accidente laboral se llevó una vida. Era necesario respetar su deseo de no recibir flores durante su velatorio y sepelio y, entonces… el grupo estaba acostumbrado a hacerse presente con una corona floral para despedir al integrante del mismo, pero, en esta oportunidad, ello no era posible. Había que hacer algo distinto y, entonces… “compartamos una comida con algunos necesitados”
Charla va, charla viene. Sentados cerca del fuego abundante mirábamos el hervir furioso de cada una de las ollas y se esperaba la llegada de los comensales. Casi como si estuviese programado, fueron llegando los primeros destinatarios y se distribuyeron los fideos en cada una de las ollas. Un pequeño rato de espera y… “Hay que sacar las ollas del fuego, pero creo, lo mejor es apagar el fuego”. Esto último fue lo que se hizo.
Venía, ahora, la segunda parte. “En casa somos cinco” “En casa somos tres”. Así se iban cargando los recipientes que se acercaban. “Pasá por allí a buscar unas galletas y una fruta”. Cuando habían pasado algunos de los primeros, el cucharón pasaba sobre el fondo de la primera olla.
Seguía apareciendo gente y seguía descendiendo la segunda de las ollas. Prácticamente toda la segunda olla se terminó mucho más de prisa que la primera. Algunas personas habían pasado temprano y habían dejado sus recipientes. Había que llevarles la comida y hacia allí salieron en alguna moto.
La tercera olla tenía como destino el servirse entre los de la casa y los que habían estado colaborando y así se hizo.
Al finalizar, la noche ya había comenzado y envolvía al barrio con sus sombras. Brillaba la satisfacción de haber realizado una noble acción puesto que mucho más solidaria que una corona de flores. Brillaba la alegría de haber estado cómodos a lo largo de aquella tarea. Brillaba la convicción de que había valido la pena el esfuerzo.
Brillaba la certeza de haber sido solidariamente útiles en una acción que había demandado, para algunos, mucho más quela actividad de esa tarde. Brillaba la certeza de haber recibido un cálido y sincero mimo al alma.
Mucho para agradecer desde la certeza de que “El salesiano genera acción” y ello se había hecho realidad bien concreta y sabroso guiso.