Por Leonardo Vinci.
Ya en 1852 los vapores “Progreso” y “La Mercedes” surcaban las aguas desde estas tierras hacia la capital.
En 1860 una Compañía ofrecía cuatro viajes mensuales entre Montevideo y Salto, deteniéndose en importantes poblaciones de ambas orillas.
Se utilizaban para tales travesías los vapores “Salto” y “Montevideo” y el argentino “Pampero”.
En 1862 una nueva empresa comenzó a operar con singular éxito.
La “Nueva Compañía Salteña de Navegación” se convirtió en la verdadera soberana del río, con un gran movimiento de pasajeros, de acuerdo con “El Heraldo salteño”.
Los astilleros funcionaban al norte de la desembocadura del Sauzal, cuando nuestra capital departamental no sólo era el primer centro de navegación del litoral entero, sino un respetable núcleo de industria de construcción naval.
En ese tiempo, un viejo contador del Saladero Harriague- Saturnino Ribes- utilizó su capital y el de otros trayendo a navegar al vapor “Pingo” en 1866 y otras naves posteriormente.
Terminó adquiriendo la flotilla salteña.
Todas las comunicaciones de Salto con el resto del litoral, Buenos Aires y Montevideo eran a través del Río Uruguay hasta que en 1872 se instaló el primer riel para la Estación Central cuando el consorcio “Edwin y Punchard” comenzó los trabajos para el ferrocarril.
Para celebrar el acontecimiento se sirvió un banquete en el Hotel Concordia que duró tres horas y un diario de la época lo calificó como “el más suntuoso que hasta entonces se había dado en Salto”.
Allí comienza otra historia. Había llegado el tren.
Con el correr de los años, el ferrocarril fue ganando espacios y la preferencia de los viajeros.
Ya en el siglo XX, los majestuosos vapores construidos en Salto sufrieron un duro golpe cuando un tornado hundió el “Surubí” y dañó considerablemente al “Corrientes” a inicios de la década del 30.
La era de las hermosas travesías por barco a Buenos Aires llegaban lentamente a su fin.
Ha dicho Emilio Cazalá- cronista de fluviales en Diario El País- que “en 1952 vivió una inolvidable experiencia al viajar en el pequeño y hermoso vapor de pasajeros Ciudad del Salto. Fue una operación turística audaz que lamentablemente terminó en fracaso económico. Quizá esa experiencia se hizo fuera de tiempo y fuera de oportunidad”.
Cabe preguntarnos si no ha llegado el tiempo en que modernas naves con pasajeros surquen las aguas del Río Uruguay.
Sería una medida apropiada volver a estudiar en profundidad el tema y estar preparados para cuando pase la tormenta.
Naturalmente que ningún empresario vendrá a Salto a hacer filantropía.
Habrá que irlos a buscar y ofrecerles un atractivo plan de negocios que invite a invertir en este rubro.
Esa es la enseñanza de nuestros mayores que gobernaban desde la Junta Económica Administrativa, los que en 1868, compenetrados de los bienes que reportarían al pueblo los astilleros, cedieron a Saturnino Ribes una gran área de terreno comunal para asentar sus talleres.
Con las inversiones vendrá el progreso.
El Río de los pájaros pintados puede ser una excelente opción para turistas exigentes que podrán navegarlo y disfrutarlo como hace 100 años.
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