Por Leonardo Vinci.
Los médicos, arquitectos e ingenieros, reciben sus títulos en las universidades.
Sin embargo, hay otra clase de títulos que sólo el pueblo otorga, por ejemplo el de “Don”.
No sabría explicar el fenómeno sociológico de cómo se logra este reconocimiento, ni cómo nace y crece en el corazón del pueblo la costumbre de anteponer al nombre propio la palabra “Don”.
Don Armando, Don Ramón, Don Claudino, han sido notorios ejemplos en nuestro terruño de esta observación en tiempos recientes.
Tampoco podría explicar cómo se obtiene la aceptación unánime del pueblo.
Quien más, quien menos, la mayoría de nosotros- probablemente en alguna oportunidad- ha deslizado alguna crítica hacia otras personas, o fuimos criticados por los demás.
Es que son muy pocos aquellos a los que la sociedad acepta tal cual son.
Los “Curbelitos” obtuvieron este último reconocimiento.
El pueblo todo, unánimemente, los aceptó.
Más aún.
Los hizo suyos.
Si tuviera ante mí un tablero imaginario con distintos casilleros donde clasificar a las personas, difícilmente encontraría lugar para esta peculiar pareja, porque no encajan en ninguna descripción convencional.
Fueron únicos.“Creo no equivocarme al decir que los niños los recibían en distintos eventos con alegría y sonrisas en sus rostros, pero jamás con risas burlonas.
Nunca sabré si la construcción del personaje “Curbelitos” fue una larga y trabajosa labor de Héctor y Nora o si fue una creación del pueblo.
Imposible concebir al carnaval salteño sin su desfile con simpáticos atuendos.
Ajenos por completo a la maldad, su presencia en nuestras calles nunca pasó desapercibida.
Las numerosas muestras de pesar y dolor popular al conocerse la desaparición física del “Chumbo” fueron genuinas.
Asimismo, una generalizada preocupación por la suerte de Nora ocupó importantes espacios en las redes sociales.
Seguramente el pueblo de Salto cuidará de su compañera.
Nacidos de la esencia misma del pueblo recibieron cariño y aplausos.
Estos “artistas populares” conquistaron el corazón de la gente.
Destaco el gesto del gremio de municipales, que presurosamente al conocerse la triste noticia se hicieron cargo de los gastos del sepelio.
En cualquier caso, los que no son salteños, difícilmente podrían entender estas cuestiones.
No cabe duda que los vamos a extrañar.
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