¡No rendirse ante la adversidad!
(Primera Parte)
Por el Dr. Pablo Perna
En el Uruguay de 1886 Gobernaba de forma dictatorial el General Máximo Santos; Presidente que transformó el Poder de una República humilde a la suntuosidad como nunca antes se había visto. Desde su vestimenta, uniformes militares, pasando por la arquitectura, construyéndose una mansión en pleno 18 de Julio y Cuareim, actual Sede del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Le gustaba ostentar, tomaba clases de ópera, acudía al Teatro y a galas continuas; su debilidad era retratarse por Juan Manuel Blanes en batallas épicas y su rostro con uniforme al mejor estilo Napoleónico. Para diferenciarse del resto de los criollos creo la “banda presidencial”, la que se mantiene como tradición hasta el día de hoy.
En 1885 un grupo de jóvenes colorados y blancos, que no simpatizaban con las políticas de Santos, se juntaron para cambiar el Gobierno, creando de esta manera la primera coalición partidaria. Estaba integrada por estudiantes universitarios, profesionales recién recibidos, periodistas y en general jóvenes trabajadores; actuaban desde la clandestinidad, pero luego por temor de ser descubiertos y ejecutados, comienzan a operar desde Buenos Aires. Comienzan a organizarse y a fines de febrero de 1886 salen embarcados desde Buenos Aires, llegando mediante una larga travesía hasta Quebracho, a pocos kilómetros de Salto.
Javier de Viana, de filiación blanca, de 18 años, fue el cronista de la batalla y narra: “una travesía menguada de raciones, apenas algunas galletas y medio jarrita de vino por cabeza, en medio de nubes de mosquitos, viajando sin rumbo a altas horas de la noche… los jóvenes ebrios de ilusión soñaban con la libertad de la Patria”. “Recorrimos kilómetros en medio del lodo, bajo lluvia torrencial, con los pies casi descalzos”. “La sed, el hambre y el sueño son tres monstruos que se unen para torturar nuestros pobres organismos… la sed es tan grande que a cada parada los soldados se arrojan al suelo y chupan el pasto mojado”. “Nuestros rostros tostados por el sol, enflaquecidos por la fatiga, tenían una expresión indefinida de tristeza y cansancio”. “La orden es no hablar, lo que no evita que se oiga repetidamente la frase “a Santos, si pagaras por todo esto”. Por otra parte la caballeriza y el ejército del Gobierno, bien armados, alimentados y descansados, van hacia los jóvenes revolucionarios, dándose el encuentro definitivo el 31 de marzo de 1886 en Quebracho.
Los jóvenes alineados a pie y en grupos de cuatro, quedaron encajonados, desprovistos de una orden de batalla y desconectados de su jefe, en medio de un nutrido fuego del ejército de Santos, los cuerpos comenzaron a caer de a uno; la estocada final la hizo la caballería que con lanzas y sables atravesaban y cortaban sus cuerpos.
Uno de los líderes de los revolucionarios, Teófilo Gil, de 26, periodista, quien hacia política universitaria y recién recibido de abogado, acompañado por su hermano menor, Napoleón, de 17, es alcanzado este último por una bala que le atraviesa el pecho. Quien se encontraba a su lado era “Pepe”, de 29, quien lo toma de sus brazos; Teófilo llega rápido al lugar, se abraza con su amigo y le pregunta: “Dime Pepe: ¿Cómo se portó mi hermano en la lucha y en la muerte?”, lo que le responde “con heroica serenidad”. Al hermano se le iluminaron los ojos y retorna a la batalla; más tarde contara “Pepe”, que al atardecer lo vuelve a ver a Teófilo, pero de cara al cielo, gloriosamente muerto. “Pepe” en el futuro se transformara en el dos veces Presidente de la República, siendo su nombre José Batlle y Ordoñez. En dicha campo de batalla estuvieron otros dos jóvenes, Claudio Williman de 24 y Juan Campisteguy de 26, que también llegaran a ser Presidentes de la República.
Si los jóvenes de la Revolución del Quebracho nos han dejado una enseñanza, es que ante cualquier adversidad del presente, nunca te rindas, porque las penurias de hoy serán las glorias del mañana.
En la segunda parte, en el mes homenaje a la revolución de los jóvenes del Quebracho, seguiremos narrando el desenlace de la batalla que si bien fue derrota, culmino siendo victoria; así como también la caída abrupta del Poder de aquel que se consideraba indestructible e inalcanzable Máximo Santos..