sábado 23 de noviembre, 2024
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SERMONES

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín Ponce De León
No quiero, ni puedo, con este artículo criticar a nadie puesto que, sobradamente sé, lo mucho que me cuesta realizar un sermón y los muchos errores que he de cometer.
Por eso es que este artículo es, simplemente, una opinión personal y nada más que ello.
En algunas oportunidades he escuchado algún sermón donde todo se ha limitado a, con las palabras del predicador, volvernos a reiterar lo que se acaba de escuchar en el texto leído.
Debo reconocer que tal cosa, creo no hacerlo, me parece es un tanto infantil.
Infantil puesto que, me parece, que ello es una falta de respeto hacia quienes acaban de escuchar el texto.
Si se acaba de leer ¿para qué reiterarlo? ¿Es que se piensa que no escucharon? ¿Si escucharon es que no entienden lo que han escuchado?
Pero, también, es infantil, espiritualmente, quedarse alevosamente en el texto ya que es evidente que los textos evangélicos no tienen como finalidad el que sepamos relatos sino el ayudarnos a crecer en nuestra vivencia de Jesús.
En algunas oportunidades he escuchado sermones que se limitan a realizar exégesis del texto.
Supongo que reiteradamente he realizado este tipo de sermones, que no están completamente mal pero tampoco son totalmente correctos.
El texto no está escrito para que realicemos una exégesis del mismo sino que pretende ayudarnos a descubrir lo esencial de Jesús y su razón de ser que no es otra cosa que no es otra cosa que conocer más y mejor a Dios Padre que lo ha enviado.
Sin lugar a dudas que no es fácil escudriñar profundamente en los textos evangélicos puesto que no es lo que suele realizarse pero ello es lo que debemos hacer.
Todos sabemos que los relatos evangélicos poseen un lenguaje mítico y no podemos limitarnos a continuar encapsulando a Jesús dentro de los mitos de aquel tiempo.
Y, por temor a ser criticados o cuestionados, ello es lo que continuamos realizando y nuestra presentación de Jesús está muy lejos de ser una ayuda que nos favorece en nuestro crecimiento cristiano.
Siempre he dicho que mis sermones están dirigidos a mí y lo que menos deseo, luego de ellos, es que alguien me diga con total verdad “Muy lindo lo que dijo ¿Cuándo comienza a cumplirlo?”
Yo sé que me dirán que el poder escudriñar en la profundidad de los textos evangélicos y, así, pretender llegar a la verdad que allí se encuentra no es nada sencillo de realizar.
También me podrán decir que esto se hace más difícil porque “ustedes (los curas) no nos ayudan” y ello, muchísimas veces, es verdad.
Entre todos debemos ayudarnos a madurar en nuestra lectura de los textos evangélicos y, así, podernos ayudar a madurar en nuestros sermones.
Los sermones no son para demostrar nuestra elocuencia. No son para que hagamos alarde de nuestros conocimientos bíblicos. No son para dar clases sobre lectura bíblica.
Nuestros sermones deben ayudarnos a madurar nuestra vivencia cristiana y por ello deben ayudarnos a tener experiencias de vida según Cristo.
No es fácil pero es tiempo de que comencemos a hacerlo.
Las personas que escuchan nuestros sermones no van a aprender sobre textos ni a una lección de literatura. Escuchan nuestros sermones esperando le actualicemos la Palabra y les ayudemos a vivirla un poco más.
Por ello es que necesitamos dejarnos ayudar para “pisar tierra” y poder, realmente, ser útiles para vivir más y mejor a Jesús aunque ello nos cuestione y exija mucho más.
Ojalá, en nuestras comunidades, podamos contar con instancias que nos ayuden a profundizar en lo que habremos de compartir desde nuestros sermones puesto que, para ello, debemos tener muy en claro la necesidad o las necesidades de la comunidad.
Tengo una amiga que siempre me dice “Ustedes los curas se creen raza aparte” y para que ello no sea realidad es que debemos dejarnos ayudar en una tarea que no es nada sencilla ni lo sabemos todo.