Cristo en primavera
Por el Padre Martín Ponce De León
Todo se viste con nuevo ropaje.
Los árboles lucen hojas de reluciente verde o bonitas flores rosadas.
El pasto crece con fuerza renovada.
Los días se tornan progresivamente más largos.
Los rayos del sol poseen más y más calor.
La naturaleza grita a los cuatro vientos que estamos en primavera.
Como cristianos no podemos vivir ajenos a la época que nos toca vivir.
Necesitamos despojarnos de varias realidades y animarnos a vivir un Cristo en primavera.
Cristo siempre nos quiere renovados.
Para ello se nos hace una actitud nueva ante la realidad.
Cristo nos quiere en la vida y para la vida.
Así como ella se renueva nosotros necesitamos hacerlo.
Necesitamos de actitudes que digan estamos cambiando.
La realidad ha cambiado y por ello no podemos continuar inmersos en una rutina que nos daña.
Sí, nos daña porque quedarnos en rutinas nos infantiliza como personas.
Vivimos un tiempo donde se nos hace necesario empaparnos y hacer vida al Jesús de los evangelios.
Un Jesús que, hoy más que nunca, nos propone un estilo de vida que no podemos continuar posponiendo.
Debemos asumir que los rituales son una ayuda necesaria y no una obligación para cumplir.
Debemos asumir que la vida es nuestra más necesaria e intensa oración.
Debemos asumir que el cristianismo es una forma de servir y no una cultura para conocer y saber.
Así como podemos encontrar seres que viven una constante primavera, hay seres que se aferran a un cristianismo en constante invierno.
Cristo nos pide el coraje de una constante renovación y ello debe ser asumido como un gozoso y realizador desafío.
No vivimos el hecho de renovarnos como una fuente de dudas e inseguridades que nos colman de temores.
Asumimos tal desafío como una forma de fidelidad a un amor que se nos brinda constantemente.
El amor nunca puede hacerse rutina siempre es nuevo por más que se reiteren sus gestos.
El cristianismo sin amor hecho gestos carece de sentido.
Por ello es que necesitamos un Cristo en primavera para ser plenamente fieles a su propuesta de vida.
Jesús no enseña una doctrina para adherirnos a su propuesta sino que muestra un estilo de vida que debe hacerse realidad.
Tal cosa nos implica el empeño constante de renovarnos porque en diálogo permanente con la realidad.
El cristianismo requiere búsqueda y coraje.
Búsqueda de maneras nuevas de estar a la intemperie puesto que ello es la manera de estar cerca.
Coraje porque se necesita audacia para jugarse por una presencia nueva que diga de entrega y desinteresado servicio.