Por el Padre Martín Ponce De León
Hacía mucho tiempo que no me encontraba con aquella persona por más que siempre habíamos mantenido una suerte de cercanía ya que, en oportunidades, recibía algún llamado telefónico suyo.
La vida nos ha regalado la oportunidad de compartir muchos momentos y, ahora, al deber enfrentar un nuevo desafío y necesitar armar un equipo, su nombre ha sido de los primeros que se llegaron a mi mente.
No había conversado con esa persona pero, cuando debía conversar sobre el desafío con otras personas, hacía referencia a su persona como si ya hubiésemos conversado.
Me llegué hasta su casa con la alegría de poder encontrarme, luego de tantos años, con esa persona y con la certeza de que iba a realizarle un planteo que podía no resultarle muy sencillo.
Saludos de rigor, puesta al día y planteo de mi parte.
“Vengo a pedirte un favor” así comenzaba la tarea difícil de mi visita.
“Sí, lo que sea. Desde ya sí” fue su primera reacción.
Allí le solicité no se apresurase y, mejor, escuchase toda la historia.
Hice el relato de toda la historia del desafío que se me planteaba y de lo pensaba podía resultar su aporte.
Reconozco no es nada sencillo lo que le solicitaba.
Reconozco es algo que le implicaría, si aceptaba, un abundante tarea de elaboración.
“Si. Lo intento pero… Si”
Allí se terminó lo que, para mí, era lo más difícil de la visita y pasamos a conversar de los muchos tiempos en que no nos veíamos.
Yo estaba muy satisfecho con su respuesta aunque su disponibilidad no dejaba de asombrarme.
Suponía me resultaría mucho más difícil poder convencerle de colaborar pero me desarmó con su inicial “Sí, lo que sea. Desde ya sí”
Su postura me hizo evocar a esas muchas personas que, a lo largo de la vida, me han obsequiado su generosa colaboración.
Algunas de esas personas ya no están, físicamente, entre nosotros pero, sin duda que continúan teniendo un espacio en mi reconocimiento y gratitud.
Algunas de esas personas, por cosas de la vida, han construido su camino en otros lares y las ocupaciones y la distancia nos han apartado pero no han logrado alejarnos.
Algunas de esas personas continúan siendo muy cercanas y puntos referentes de mi realidad.
Son muchos los nombres que se llegan hasta mi memoria mientras redacto esto y tengo la certeza de que cada uno de ellos ha sido un mimo que Dios me ha querido realizar.
Sé que usted, lector, también tiene nombres diversos a los míos y a los que debe gratitud y reconocimiento.
No lo dude, son mimos que Dios le obsequia.
Para que los valore, los aprecie, disfrute y tenga presente.
Son esos seres que, ante su generosa disponibilidad solamente podemos agradecer con nuestra oración y nuestra admiración.
Son esos seres que, irrumpieron y se quedaron en nuestra vida para que nos ayuden a aprender de ellos y ser mejores como personas.
Columnistas