Por Gustavo Varela
Esta es una de esas momentos, que no tengo muchas ganas de escribir la columna semanal, pues hay un tema de actualidad que es realmente un trago amargo, pero que me resulta absolutamente ineludible tratarlo, pues en caso contrario, estaría traicionando todo lo que intenté ser en materia política, y todo lo que me enseñaron a ser, con quienes he trabajado en más de 35 años de actividad.
Se sabía, desde que tomó estado público por intermedio del diario El País, que tarde o temprano, el tema iba a resolverse en la justicia con el actual resultado, pues era evidente que en la Intendencia de Artigas no se actuaba conforme a una buena administración, y por lo tanto no demorarían los respectivos procesamientos.
El clientelismo político, prácticas populistas que conllevan a catalogarlas como corrupción pura y dura, que son llevadas a cabo en varias de las administraciones departamentales, que se encuentran disfrazadas de cierta legalidad, que hace que, cuando se produce de manera abusiva con aires de impunidad, afloran a la superficie. Eso es lo que hace que sea de difícil detección.
El daño que le producen quienes delinquen de esa manera, a la totalidad del sistema político, es muy grande, y hace que, las mayorías electorales, de a poco comiencen a mirar a “outsiders” políticos.
El peso de la ley debe de caer con toda su fuerza sobre quienes llevaron a cabo tan vergonzosa actuación, pues debe ser aleccionadora la pena. Lo que es incomprensible, es el acuerdo que llevó a cabo el fiscal que condujo a un proceso abreviado, pues hasta donde entiendo, esa es una práctica que se lleva a cabo, cuando las pruebas son flojas, lo que no corresponde a este caso, pues hay plenas pruebas de lo que se llevó a cabo.
Dos de los condenados han renunciado al partido, y el intendente pidió que se lo pase al tribunal de ética, quien me imagino que sumariamente actuará, expulsando de sus filas a quien no actuó conforme a la mejor historia blanca.
Nadie se encuentra libre de estos casos de corrupción, todos los partidos padecen y padecerán de estas malas prácticas, y gracias a Dios estamos en tiempos donde quienes son corruptos, cada vez menos cosas pueden llevar a cabo para esconder estas prácticas.
Cuando las bardas de tu vecino veas arder, pon las tuyas en remojo dice el refrán.
Cuando ocurra, no hay que darles ni una pequeña chance.
A buen entendedor pocas palabras.
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