miércoles 5 de febrero, 2025
  • 8 am

IA

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

464 opiniones

Por el Padre Martín Ponce de León

Hace unos días una jovencita conversaba con unas amigas en el preciso momento en que pasaba. Me saludó y me pidió si podía responderle a una pregunta. Obviamente le dije que sí y me detuve. “Estaba hablando con ellas de que vos escribías”. Me limité a reír y a contestarle afirmativamente, aunque, se lo aclaré lo hacía “de puro rostro”. Una de ellas me preguntó sobre qué escribía y, entonces, le expliqué que todo dependía de las circunstancias. “Desde hace años escribo, dos veces por semana, para un diario y allí escribo de lo que vivo, de situaciones que me suceden o acontecimientos de los que soy partícipes. En oportunidades debo dar alguna charla que me solicitan y es sobre algún tema bien concreto y escribo lo que voy a decir en esa oportunidad. Si debo hacer una misa con un motivo especial o un casamiento, suelo escribir lo que voy a decir. Como verás no puedo decir que escribo sobre algo concreto.” Fue, entonces, cuando una de ellas hizo una pregunta que me descolocó: “Hay una aplicación en el celular que usted le “tira” unas ideas y ella se lo escribe ¿usted la usa para escribir o lo hace todo usted?” Sin lugar a dudas que hacer tal cosa sería muy sencillo y no pasaría por el deber redactar, por ejemplo, este artículo. Sin lugar a dudas, hacer tal cosa, creo yo, sería totalmente deshonesto de mi parte. Quedaría mejor redactado, la puntuación sería la correcta, pero, supongo, dejaría de ser mío para pasar a ser producto de la IA. Ello es uno de los peligros que hacen a nuestro hoy y, mucho más, a nuestro mañana. Ya casi no se utilizan las tarjetas navideñas puesto que el celular las ha hecho casi obsoletas, pero, supongamos, usted recibe una tarjeta con un deseo y un augurio y ello despierta cierto gozo en su interior, pero, con el tiempo se entera que esa tarjeta no la redactó el remitente, sino que fue realizada por la IA. ¿No se sentiría un algo defraudado? ¿Tendría el mismo sentido el contenido de aquella tarjeta? Pero, uno supone, que usted no se enteraría de quién es el autor del mensaje recibido ya que, quien así actuase, muy difícilmente le comentaría el método utilizado para la redacción de las mismas. Poco a poco hemos ido supliendo las conversaciones “cara a cara” por las conversaciones “pantalla a pantalla” Ya no nos interesa mucho el ver el rostro del con quien hablamos, ya no importa poder escuchar los matices o tonos de su voz. Con el paso del tiempo tampoco nos importará saber si lo que leemos o sentimos, es lo que el otro piensa o es lo que una máquina dice que el otro piensa. Nuestras relaciones, que es lo más propio, desde nuestra condición de personas, van perdiendo fortaleza puesto que todo se limita a relacionarnos máquina mediante. Nos vamos tecnificando y, a su vez, nos vamos deshumanizando. Todo esto me lleva a pensar en lo esencial de la Navidad que estamos por celebrar. Navidad es la humanización de Dios y, por lo tanto, debemos defender nuestra realidad de personas y no dejarnos por aquellas realidades que nos facilitan una tarea pero, a su vez, nos deshumaniza. Debemos defender, a toda costa, nuestra realidad de humanos, aunque ello nos implique un algo más de trabajo y esfuerzo o saber que, por ejemplo, este artículo no quedó tan bien redactado como si lo hubiese hecho la aplicación del celular. “No, lo hago todo yo y si en alguna oportunidad recurriría a la IA debería dejar de escribir” le contesté.