Por el Dr. César Suárez
Por haber ejercido la medicina por más de 40 años, he tenido la oportunidad de tener entrevistas con decenas de miles de personas y con muchas de ellas, numerosas veces y la experiencia me fue mostrando que muchos pacientes no terminan de comprender cabalmente lo que yo intentaba trasmitirles, en parte era mi responsabilidad por no trasmitir el mensaje acorde a la capacidad de recepción de lo que el paciente escuchaba, comprobando en una siguiente consulta de que el paciente no había comprendido exactamente lo que le yo le quise trasmitir o no pudo memorizar lo indicado, hecho detectado por los errores en el cumplimiento de esas indicaciones lo que me estimuló a buscar maneras más eficientes de explicarle en forma más minuciosa y efectiva esas indicaciones que debiera cumplir.
En esas circunstancias yo solía, preguntarles a los pacientes que fue lo que comprendió de lo explicado y que cosa no entendió, y cuando comprobaba que no podía memorizar las indicaciones, las escribía en forma ordenada en una receta para que el paciente o un conviviente pudiera entender en forma más precisa lo que se le trataba de trasmitir para intentar optimizar el cumplimiento y la eficacia del tratamiento indicado y evitar confusiones y olvidos.
En la vida cotidiana, nunca ha sido fácil, para cualquiera, expresar exactamente lo que se quiere decir, tampoco ha sido fácil comprender con exactitud la idea que otro quiere trasmitir.
Para la comunicación entre personas las herramientas comunicacionales han ido evolucionando en la larga historia de la humanidad, desde las señas corporales en las épocas más remotas, pasando por los sonidos emitidos por las cuerdas bucales para lo que se necesitaba compartir un espacio restringido hasta donde llegaba la capacidad de ver o de oír, hasta llegar a nuestros días donde los recursos tecnológicos de emisión y recepción, de sonido de escritura y de imagen, ahora son tan superlativos que nos invaden cada nuevo día con nuevas tecnologías que generan un entrecruzamiento comunicacional inimaginable.
Una cosa es disponer de los instrumentos de comunicación sofisticados y otra cosa es lograr comunicar exactamente lo que se quiere decir lo que se quiere trasmitir.
No cualquiera puede poner en palabra exactamente lo que quiere decir y no cualquiera está en condiciones de comprender cabalmente lo que el otro le quiere trasmitir, sin duda que existe una barrera comunicacional entre el que emite un mensaje y el que lo recibe y no todo el mundo interpreta de la misma manera lo que alguien intenta trasmitir y muchas veces el mensaje se queda a mitad de camino o llega parcialmente o distorsionado ya sea por la dificultad de trasmitir la idea del emisor del mensaje y por la dificultad del que lo recibe de interpretarlo.
Si se les pregunta a varias personas que fue lo que entendió acerca de un mismo mensaje, seguramente la versión de cada uno será en algo o bastante diferente porque cada uno entendió como pudo.
Hoy día que todo lo se habla públicamente queda de alguna manera registrado, más de uno termina por declarar, “eso no fue lo que yo quise decir, se me malinterpretó”, en otras ocasiones, cuando uno vuelve a leer un libro y un artículo ya impreso, tiempo después, aunque el texto es el mismo, la interpretación del mismo lector puede ser diferente sin que haya cambiado una letra.
Los analistas examinan textos de escritores antiguos, ya muerto, tampoco se ponen de acuerdo donde unos interpretan que el autor quiso decir una cosa y otros interpretan que quiso decir otra.
Todo esto demuestra lo difícil que es ponerse de acuerdo, en ocasiones por opiniones diferentes y otras por dificultades de comunicar y las dificultades de entender sin contar que hay personas con la capacidad intelectual adecuada, que por más que se le explique, se resisten, porque simplemente, no quieren entender.
Columnistas