sábado 17 de mayo, 2025
  • 8 am

Reencuentro

Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

492 opiniones
Edicto Matrimonio

Por el Padre Martín Ponce De León
Por esos imponderables que la salud nos puede deparar, cuando quise darme cuenta, me encontraba internado en una pieza de un sanatorio. Era una experiencia totalmente novedosa para mí y, como tal, intenté vivirla.
Sabía era ir a lo desconocido y dispuesto a aprender de todas y cada una de las situaciones que me tocasen vivir. Era salir de lo propio para meterse de lleno en una realidad completamente distinta. Rostros, sonidos, horarios, todo es novedad y así debía vivirlo.
“Lo suyo son ocho días de internación” A los pocos días uno ya comenzaba a descontar.
No eran los días estando, sino los días que, aún, faltaban. Al llegar el octavo día esperaba el alta, pero el mismo se postergó una jornada más. Nada importaba. Ya estaba en la puerta de salida.
Con gran sorpresa pude darme cuenta que, al salir, algo de mí se había quedado internado. Realizaba alguna insignificante actividad y todo se me volvía un interminable agotamiento. Lo único que deseaba era poder dormir y ello no era lo que había soñado con el alta.
Pocos días después volvía a estar internado. Un poco de anemia, un algo de deshidratación me volvieron a una cama del sanatorio y, allí, comencé a experimentar el cambio.
Varios estudios y muchos cuidados fueron permitiendo me sintiese muy bien. Hablaba y podía reconocer mi voz. Me movía y ya no sentía me apretaban los pulmones impidiéndome respirar con naturalidad. Ya nada hacía que los músculos del cuerpo se pusieran tensos. Poco a poco, lo experimentaba, volvía a ser yo mismo. Sabía ya estaba pronto para volver a lo cotidiano, aunque debía andar sin prisas y con cautela.
Mi gratitud para con todos quienes, de una forma u otra, así me hicieron pensarla invariable a lo largo de cada momento vivido en el sanatorio. Mi gratitud para con Dios, que me había brindado la oportunidad de volver atrás y verlo todo de nuevo. En ningún momento, me permitió pasar situaciones dolorosas puesto que todo se limitó en sencillas incomodidades.
Ahora, al volver a recibir el alta, me encontré que salía yo. Ya no quedaba ninguna parte de mí internada. Sé que esto puede parecer o sonar a un verdadero divague, pero es lo que, verdaderamente he experimentado.
Esto me hacía recordar a una lectura, alguna vez realizada, donde los guías de una excursión, cada algún tramo de camino, se detenían con el propósito de “esperar volver a ser alcanzados por su sombra”.
Volver a reencontrarse con uno mismo ha de ser, sin duda, una de las realidades más importantes de nuestra vida y nada debe impedirnos “ser yo”.
Podremos pasar por situaciones impensadas, por experiencias nuevas y desacostumbradas, pero nada nos debe impedir sabernos nosotros mismos, aunque, parezca, muchas cosas conspiren contra ello.
Encontrarse con uno mismo es volver a poner color a los sueños, es mirar hacia adelante con ganas y deseos de actuar, es experimentar no hay razón para bajar los brazos ni razones para no esperar confiadamente.
Debo reconocer que este reencuentro conmigo mismo ha sido una experiencia por demás reconfortante que pude haber experimentado en estos días y, pese a que es un algo puramente particular, lo quería compartir, desde este espacio, con usted, paciente lector.
Hoy debía volver al barrio y, un poco flojo, sabía volvía a estar yo mismo y ello me llenaba de dicha. Me había reencontrado.