
“Ser mamá significó para mí un antes y un después. Tenía 23 años cuando nació Cecilia. Era muy joven, llevaba poco más de un año de casada, así que todo era nuevo: la vida en pareja, la vida familiar, y con la llegada de Cecilia, un gran desafío. Como todos saben, Ceci tiene síndrome de Down, y eso nos obligó a pararnos ante la vida de otra manera. Desde ese momento, todo cambió”, dijo Beatriz de Rezendes. “No solo por ser madre, sino por lo que eso implicó: dejar muchas cosas de lado, abandonar el trabajo, estudiar, formarme, aprender sobre discapacidad, conectarme con otras madres, buscar experiencias similares. Fue un camino difícil, pero siempre acompañado de un gran grupo humano: mi familia, los médicos, las personas que nos apoyaron desde el primer día. Gracias a ellos, el trayecto fue más llevadero. Hoy puedo decir que fue lo mejor que me pasó en la vida” Cecilia tiene 43 años, Rita 42 y María Inés 38. Y yo, una vida llena de aprendizajes, desafíos y, sobre todo, amor, finaliza. En esta fecha especial CAMBIO dialogó con Beatriz De Rezendes, testimonio de una madre que transformó los desafíos en una vida plena junto a sus hijas y su familia.
SER MAMÁ JOVEN
“Ser mamá joven me hizo ver el valor de lo insignificante. Cada pequeño logro fue una alegría inmensa. Empecé a ver la vida desde otro lugar, con otra sensibilidad. Cecilia me impulsó a trabajar siempre por la inclusión. En aquel entonces, no era común ver niños con síndrome de Down incluidos en la escuela, el club, los cumpleaños, en la vida social. Fue un desafío para toda la familia. Desde el primer día luchamos por romper mitos y derribar barreras. Cecilia pudo ir a un jardín común, asistir a una escuela especial y luego compartir experiencias en el liceo, aunque no en forma curricular. Esa integración social fue muy valiosa para cambiar la mirada de muchas personas. Rita nació 18 meses después. Cecilia tenía solo 9 meses cuando volví a quedar embarazada. La llegada de Rita fue un milagro. En medio de tantas preocupaciones, ella vino a rescatarme, a mostrarme otro mundo. Fue una gran compañía para su hermana. Se criaron juntas, compartieron espacios educativos, sociales y familiares. Esa experiencia fue profundamente enriquecedora. Cuatro años más tarde, cuando menos lo esperaba, llegó María Inés. Un embarazo sorpresivo, que tuve que cuidar muchísimo. Hice mucho reposo y, aunque nació un poco antes, fue otra gran alegría. En ese momento ya tenía dos hijas pequeñas y una tercera que también requería mucha atención. Fue una etapa desafiante, pero llena de amor”, señaló.