Memoria, Verdad y Justicia. 30 marchas que nos interpelan a todos
Por Daniel Dalmao
“Están en algún sitio/nube o tumba están en algún sitio/estoy seguro allá en el sur del alma…” (Mario Benedetti)
El martes pasado se realizó en Salto, como en todo el país y también en algunos puntos del exterior, la trigésima marcha del silencio. Allí estuvimos, como siempre, porque para nosotros y para muchísimos uruguayos y uruguayas de todas las generaciones es una cita ineludible.
Como tantas veces se ha dicho, “un silencio atronador” que reclama por “memoria, verdad y justicia”, por “nunca más dictadura”. ¿Alguien puede decir, sin ser reprochado socialmente, que estos reclamos no son justos? ¿Es un hecho político? Por supuesto que sí, inmensamente político. ¿Es un tema partidario? No, claramente que no. Nos interpela a todos, nos involucra a todos. ¿Estos reclamos, tienen respaldo popular? Sin duda que si, lo reafirma la masiva participación en todo el país y más allá, la presencia de distintas generaciones, el compromiso de los que allí participan compungidos, solemnes, profundamente identificados con el dolor de los familiares de los detenidos-desaparecidos, el firme “presente” que acompaña cada nombre. No es una marcha más, es la marcha en silencio que grita más fuerte que cualquier grito, ¿dónde están?
¿De qué crímenes hablamos? ¿Qué crímenes se cometieron durante la dictadura civil y militar? Los peores, los mas cobardes, los más feroces. Se persiguió y encarceló a gente que no había cometido ningún delito, que participaba en partidos y/o sindicatos legales, se destituyó de su trabajo a personas por pensar distinto a los que ostentaban el poder. Se torturó salvajemente, muchas veces hasta la muerte, a quienes no podían defenderse. Se incrementó la cobardía al pretender ocultar estos crímenes con la “desaparición” y lo siguen cometiendo al no decir donde están esos cuerpos. Se robaron niños y se les ocultó su identidad, ¿se puede hacer algo peor?
Por supuesto que existen sectores incrustados en nuestra sociedad que niegan todo esto, son ampliamente minoritarios y su negación no tiene ningún sustento real. Siempre lo negaron y cuando las evidencias fueron tan grandes, tan obvias, se aferraron a los discursos de odio, a la mentira, a la tan mentada como insostenible teoría de “los dos demonios”, etc.
Un poco antes de iniciarse la marcha, un periodista me preguntaba si aquí en Salto también habían ocurrido estas cosas. Nuestra respuesta inmediata fue que si, que Salto no escapó al horror. Aquí también se persiguió, se privó de libertad, se torturó. El cuartel de la ciudad fue escenario de esta crueldad. En el año 2011 un grupo de ex presos salteños, superando todo el dolor que le suponía revivir esos horribles momentos, cargando con todas sus heridas, se presentaron ante la Justicia y denunciaron a sus torturadores. Por ahora conocemos como consecuencia de estas denuncias, el procesamiento del doctor Ricardo Revetria por haber participado en las torturas, por asistir a los torturadores diciéndoles si podían o no continuar. ¿Es posible un ejercicio más aberrante de esta noble profesión? Sigue pendiente el procesamiento de los torturadores en Salto, todos están claramente identificados por los denunciantes. El principal de ellos, Ramón Barbosa, también está involucrado en una causa pendiente en Concordia-Argentina, acusado de secuestro y traslado forzoso y clandestino a Uruguay de personas exiliadas allí.
La construcción de una sociedad democrática, donde sus integrantes convivan pacíficamente, es tarea permanente. La “Marcha del silencio” es un puntal dignísimo en ese camino, merece nuestro mayor respeto, respaldo e involucramiento.