De yerros y advertencias
Por Gustavo Varela
El departamento de Salto, poco a poco, después de un larguísimo período electoral, está volviendo a su normalidad.
La efervescencia que se vivió en los últimos días, tanto en la euforia de unos, como en la sorpresa y decepción de otros, ha dado lugar a un tiempo de pulsaciones más serenas, y reflexivas.
Obvio que a nadie le gusta salir derrotado de una elección, pero soy de los que me afilio a la tesis de que la alternancia, la rotación de los partidos en el gobierno, es muy sana para el sistema democrático, pero mucho más beneficiosa para la población.
La eternización en el gobierno, lleva al desvío de lo que son las competencias que les mandata el orden jurídico, pues el objetivo principal, pasa a ser la conservación del poder, por parte de las autoridades.
Habrán notado que he utilizado dos palabras, como gobierno y poder, que si bien deberían de transitar en conjunto, generalmente la obsesión por conservar la segunda, termina destruyendo a la primera.
Eso es lo que sin duda le pasó al gobierno saliente.
Con tal de conservar el poder dejó al departamento a la intemperie, y la gente se hartó de vivir en un departamento que no funcionaba en lo básico, las calles, los caminos, el alumbrado y la basura.
Esas tareas son las que se designan como el ABC de los gobiernos departamentales, pues el convivir en sociedad así lo exige.
Si los recursos que se le piden a la población, no son utilizados en lo básico, todo lo demás no funciona.
En las recorridas realizadas en la campaña electoral, uno percibía en la gente el hastío, aún en aquellos que fueron beneficiados por distintos “locos” programas aplicados, que eran el mejor argumento, en contra del gobierno.
Ingresar alrededor de 700 funcionarios para llevar a cabo la militancia en pos de conservar el poder, era no poder tapar los pozos, para que beneficien a los 119.300 salteños restantes, y eso se le volvió un búmeran.
Pero así como fue el principal tanto, con el que se hizo el harakiri, el gobierno saliente, es una clara advertencia al gobierno entrante, para que recuerde que es absolutamente suicida, el caer en esas prácticas populistas.
La ciudadanía pide a gritos que le simplifiquen la vida, no que se la compliquen.- Pero además, les piden a los gobiernos, que cumplan mínimamente con las competencias básicas, las que hacen que cotidianamente hagan funcionar regularmente a las ciudades o departamentos en los que viven.
A ponerse las pilas, como expresan los jóvenes.
En caso contrario, dentro de algunos años, la ciudadanía volverá a expresarse con severidad.