
Esta última producción de Garet, junto a las ilustraciones de Perillo, dan cuenta de un producto acabado, pensado al máximo, que pareciera olvidarse de la espontaneidad y libre discurrir de la pluma en la poesía. Nada más alejado de esa afirmación. La poesía, la buena, suele mostrar un nivel de planificación y mayor o menor éxito al concretarse el hecho poético típico de los grandes (y no tan grandes) poetas que en el mundo han sido (de las lenguas que fueren).
SOBRE LA OBRA
Cada bote en su río evoca, de entrada el esquema sintáctico común de ciertos dichos o adagios usados en la lengua popular: “Cada chancho en su estaca…” “Cada lechón en su teta…” etc. etc. La segunda parte del adagio suele ofrecer las consecuencias de ese situarse cada cosa en el lugar que le corresponde para así mostrar un mundo organizado a través del hecho de que cada cosa debe ir al lugar que le corresponde. Si no lo estuviera, ese orden esperado no sería posible. De las 3 grandes partes en que se divide el libro, las dos primeras son pinceladas amables, ingeniosas, sencillas y complejas a la vez que muestran el río y sus alrededores, sus contornos, en una frase amable. Todo en orden. La parte 3 es aquella donde, como no podría ser de otra manera, se deshace todo y sobreviene.