Por Facundo Marziotte
Recientemente, en una entrevista publicada por Diario Cambio, el candidato del Frente Amplio Álvaro Lima dejó algunas declaraciones que merecen ser analizadas, al menos con una pizca de ironía y una dosis de sentido común. Porque, cuando se juega con la palabra pública, no todo se puede dejar pasar como si nada.
Lima sostuvo que en Salto «no existe emergencia vial», afirmación que cualquiera que transite por nuestra ciudad podría refutar con solo caminar dos cuadras o salir a manejar. Sin embargo —y aquí la contradicción que raya en lo absurdo— promete hacer 1000 cuadras de calles nuevas y reparadas.
Si no existe una emergencia vial, ¿por qué esa necesidad urgente de intervenir en tal cantidad de cuadras? ¿No sería más lógico, según su propio diagnóstico, destinar recursos a otras áreas? Es como decir que no hay incendio pero salir corriendo con baldes de agua.
Pero no quedó ahí. En su intento por instalar una falsa dicotomía electoral, Lima afirmó que los salteños debemos optar entre «la inexperiencia y mala gestión» o «un voto de confianza a la estabilidad financiera». Y en esto, estimado lector, estamos de acuerdo… pero no en la dirección que pretende. Porque si de mala gestión hablamos, basta con revisar los últimos años de la Intendencia bajo la gestión Lima para entender que la improvisación, la falta de planificación y las prioridades invertidas han sido moneda corriente.
La emergencia vial —que según él no existe— la sufren a diario los vecinos de los barrios, los trabajadores, los comerciantes y cualquier salteño que transite nuestras calles. Baches eternos, calles intransitables y promesas recicladas de obra pública aparecen justo en año electoral, como un guion repetido que ya nadie se toma en serio.
En cuanto a la «estabilidad financiera», quizá se refiera a esa estabilidad que ha postergado inversiones necesarias, ha acumulado reclamos y ha hecho de Salto una ciudad estancada en muchos aspectos. Esa estabilidad sin dinamismo, que maquilla números pero no resuelve problemas. Y es precisamente por eso que se hace necesario un cambio. Una esperanza que, lejos de las frases hechas, proponga gestión, soluciones reales y una visión de futuro para todos los salteños.
Carlos Albisu representa esa alternativa. Una administración transparente, cercana a la gente, con planificación y sin las contradicciones que nos han tenido atrapados estos años. Porque sí, señor Lima, en esta elección elegiremos entre mala gestión y una esperanza renovada. Y no tenga dudas: la gente ya empezó a decidir.