Por Gerardo Ponce De León
Bueno, no solamente el Padre Martín, según su último escrito, se va a tener que acostumbrar a poner 2020, dado que ya estamos caminando por dicho año. Esto implica un cambio de una costumbre, como es borrar números y poner nuevos. Una bobada, pero implica un cambio de chip.
Parece algo increíble, pero no solamente tenemos que cambiar los almanaques, como también nuestra forma de ver las cosas, mirar la vida desde un ángulo distinto, desde el cual, nunca pensamos que nos iba a tocar a nosotros. En un principio todo era color de rosas, pero de buenas a primera, se nos cambia el color, dando comienzo a una nueva, distinta, rara y complicada, experiencia de vida.
Trae consigo, como primer paso, la rebeldía; ya que más de una vez me pregunto, ¿por qué a mi?, esto es porque a nadie le gusta el sufrimiento, el dolor, aceptar lo que pasa, escapa de nuestras manos, y se tiene que estar muy bien basado en la fe, en el convencimiento de que es un camino nuevo que tenemos que vivir, entender y aceptar. Muy difícil es entregar dicho dolor, sufrimiento por los demás.
Es un consuelo, pero que no deja de ser importante, mirar a nuestro costado y ver casos que a uno, le llega a tocar la fibra más íntima, ya que se piensa que solamente a uno le sucede la desgracia. Ver a una mujer joven, con un hijo de pocos meses de vida, sabiendo que depende, casi, totalmente de ella, y ver como se le escapa la vida, de las manos, a esa joven madre. Que diferencia con la que sus hijos ya están luchando, en la vida, con su familia formada. Ver a esa madre, amamantando, con la poca fuerza que le queda, dando todo de si, ya que entiende, que ese pequeño ser humano, tiene el derecho a la vida, cosa que ella va perdiendo y trata de dar de sí lo que puede
Enseguida me trajo a la memoria, cuando uno de nuestros hijos, estaba en C.T.I., y una madre, a su hijo, le cantaba, le daba de comer, lo acurrucaba en su seno, sabiendo que las posibilidades de vida, de ese pequeño, eran casi nulas. Todos sabíamos lo que le esperaba, por lo que nos decían los médicos, que era muy difícil que viviera, pero para esa madre, su hijo, la escuchaba, y mejoraba, cosa que no se equivocaron, la razón, la tenían los médicos.
Donde hay amor, la realidad duele, lastima y nubla la razón. Cuesta entender esa pregunta que cité al principio, ¿por qué a mi? Una señora, en una reunión, nos contaba, que ella se hacía esa pregunta, se “castigaba” repitiéndola, y se dio cuenta que era un martirio, hasta que razonó y cambio la pregunta, le agregó una palabra, puso “no”, quedándole la pregunta ¿Por qué no a mí? Desde ahí, comenzó un cambio mental, y le entró las ganas de volver a vivir. Entró a valorar el cariño, la contención, el afecto, la atención de sus seres más allegados, aceptó su enfermedad y comenzó a vivir, dentro de todo lo que estaba a su alcance.
Soy muy conciente de que no es nada fácil, ni para el enfermo, como para sus familiares. Recuerdo cuando una señora me contaba,, que iba a su trabajo y tenía que parar la moto, porque era el momento que nadie la veía llorar, era un quiebre que tenía, pero era su válvula de escape, frente a la enfermedad de su marido-
Si tendremos que pedirle a Dios, que nos ayude, que no suelte su mano invisible de nosotros, para así sentir su fuerza y apoyo, y poder sobre llevar el dolor, el sufrimiento. Es el único que nos va a escuchar en silencio, no se va a quejar por nuestras descargas humanas, y nos va a sostener y comprender, dentro de su infinito AMOR.
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