Por Leonardo Vinci.
El 9 de febrero de 1973 fue una fecha que vivirá en la infamia, al decir de Roosevelt.
La democracia uruguaya estaba acorralada y endeble.
La autoridad fue desafiada y los tanques salieron a la calle.
Los batllistas defendieron las Instituciones mientras la izquierda sostenía que la cuestión no era entre un golpe de estado o la Constitución, sino entre el pueblo y la oligarquía.
Así les fue…
Los comunistas concibieron entonces la formación un gobierno «donde caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo» (Diario El Popular, 11 de febrero de 1973).
Resulta imposible ignorar el editorial de ese día en el mismo diario, que decía entre otras cosas: «…los marxistas-leninistas, los comunistas, integrantes de la gran corriente del Frente Amplio, estamos de acuerdo en lo esencial con las medidas expuestas por las FF.AA. como salidas inmediatas para la situación que vive la república, y por cierto no incompatibles con la ideología de la clase obrera y sin perjuicio de nuestros ideales finales de establecimiento de una sociedad socialista». «(…) avance la comprensión mutua entre los trabajadores y las Fuerzas Armadas, en la trascendente tarea de buscar los mejores caminos para salvar la patria en la grave encrucijada en que se encuentra».
En esas trágicas circunstancias, el Senador comunista César Reyes afirmaba «más que nunca, obreros, estudiantes y militares» y el Senador demócrata cristiano Juan Pablo Terra decía que «los comunicados 4 y 7 han abierto una esperanza».
Mientras tanto, la CNT llegó a convocar a un acto bajo esta consigna: «La única alternativa: oligarquía por un lado y civiles y militares por otro: gran mitin el jueves 22» («Ahora», 17 de febrero de 1973).
En el «febrero amargo» del 73, al decir de Vasconcellos, el Comandante en Jefe de la Armada, Vicealmirante Juan José Zorrilla, se convirtió en el símbolo republicano y último bastión de la democracia ultrajada, ordenando zarpar la flota de guerra y sitiando la ciudad vieja, dispuesto a cumplir con su juramento constitucional, protegiendo al Presidente de la República.
Sobre estos hechos, escribió el Dr. Jorge Batlle: El golpe de Estado militar del 9 de febrero de 1973 fue organizado por los tupamaros. El ex Presidente y su esposa promovieron, con un conjunto de compañeros, un movimiento armado que tenía por propósito ocupar el poder. En 1962 cuando Mujica y Huidobro asaltaron el Tiro Suizo en el Uruguay reinaba la democracia, y a nadie se le ocurría que en el Uruguay había alguna necesidad de sustituir a las autoridades democráticamente electas por ningún movimiento revolucionario.
No existe duda alguna en que si no hubiera habido guerrilla armada no hubiera habido golpe de Estado militar. Los militares cometieron un gravísimo error, imperdonable. Habiendo derrotado a la guerrilla algunos de ellos creyeron que les tocaba gobernar. Un error imperdonable, pero quien generó la situación para que esto sucediera fue la guerrilla.
Coincidiendo con ese pensamiento, ha dicho Sanguinetti: La primera responsabilidad del golpe de Estado es de «los que introdujeron la violencia política, renunciaron a la democracia e intentaron por la vía armada, derribarla para sustituirla por un régimen a la cubana, me refiero a los tupamaros.
La otra gran responsabilidad es la de los militares, que convocados por la democracia para defenderla, lo hicieron, derrotaron a la guerrilla, y luego por la embriaguez del poder dieron un golpe de Estado con una responsabilidad inexcusable.
Así fueron los hechos.
Imposibles de desmentir.
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