No es novedad que la apicultura atraviesa el peor momento de los últimos 30 años, por lo menos. Problemas de baja producción, atribuida a pesticidas en la agricultura, problemas de competitividad por exigencias del mercado mundial, por presencia de glifosato en la miel; situación no atribuible a los apicultores, sino a los agricultores, quienes hacen un uso desmedido del herbicida en los sembradíos.
Hasta no hace muchos años la producción por colmena era de más o menos 30 kilos promedio, hoy bajó a 18 kilos por colmena y aumentó la mortandad de abejas, por tanto los apicultores deben invertir más en la reposición de colonias. Pero mucho más preocupante es que hoy no hay precio para los productores por la miel que están cosechando.
En la zafra 2013/14 el kilo de miel llegó a comercializarse a U$S. 3 a granel, es decir, U$S. 900 por un tanque de 300 kilos, casi el mismo valor de lo que vale hoy un novillo gordo.
Hoy la miel no tiene precio, y en algún caso se ofrece al productor un dólar por kilo, es decir U$S. 300 por un tanque.
A LOS PROBLEMAS ECONOMICOS, MÁS COSTOS
A todo esa problemática se le suma que un propietario de sala de extracción de miel debe pagar anualmente U$S 180 a un técnico particular, habilitado por el MGAP, para que le habilite la sala, de lo contrario no puede operar.
Ahora, además, se le suma -según decreto del 23 de diciembre de 2019- una tasa al MGAP equivalente a 222.45 unidades indexadas.
Por lo expuesto surge una pregunta: ¿No debería el MGAP hacerse cargo, con sus técnicos, de las habilitaciones de las salas de extracción de miel y no «matar» a los apicultores con más costos?
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