miércoles 24 de abril, 2024
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Padre Martín Ponce de León
Por

Padre Martín Ponce de León

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Por el Padre Martín
Ponce De León
La mañana gastaba sus últimas horas.
Un señor golpea la puerta y me pide cinco minutos. Le dije solamente tenía tres minutos para brindarle pues estaba por retirarme.
Me plantea su realidad y solicita una mano.
Todo fue muy rápido puesto que le propuse se acercase a compartir la mesa con nosotros.
Le expliqué cómo funcionábamos y que debería integrarse a partir de mañana.
Agradecido se retiró.
La tarde gastaba sus últimas horas.
Faltaba muy poco para comenzar nuestra eucaristía. Conversaba con una persona que nos acompaña a diario en ellas.
Una señora venía caminando con pasos lentos. Supuse entraría a solicitar algo.
Saluda y comienza con su planteo. El cielo cada vez anunciaba la proximidad de una tormenta.
Cuenta que desde hacía días dormía debajo de los ómnibus cerca de la terminal pero con la tormenta que se acerca no puede quedarse en la calle.
Le explico no tengo un lugar como para que se quede. Insiste con el pedido.
Vuelve a relatar su situación y la necesidad de una mano por el día de hoy. Vuelvo a responderle lo mismo que minutos antes.
La situación de la mujer superaba mis posibilidades pero sabía no estaba a mi alcance hacer algo por ella.
Como siempre y muchas veces, llamé a una persona, le manifesté lo que sucedía y me respondió con un: “Voy para allí”
Avisé que la misa comenzaría un poco más tarde. Todos estuvieron de acuerdo en esperar.
Poco rato después apareció la persona a quien había llamado y le encontró una solución transitoria.
Se retiraron y comencé la eucaristía. Poco rato después comenzó a llover intensamente.
No había hecho nada pero la mujer estaba bajo un techo, aunque más no sea por esta noche.
Sabía debía agradecer a Dios.
Por más situaciones complejas que, personalmente, podamos tener siempre habremos de encontrar situaciones que nos deben hacer brotar la gratitud.
Debemos reconocer nuestra condición de privilegiados y ello solamente nos debe hacer estallar de gratitud.
Por otro lado debía agradece el que siempre hay seres disponibles a dar una mano sin importar horarios. Es muy grato saber que no se está solo en la tarea.
Muchas veces no todo está en nuestras posibilidades y es muy gratificante poder saber que se puede contar con manos solidarias.
Pero, también, la necesidad de agradecer el que la parroquia se haya hecho un punto de referencia para muchas realidades que pueden darse en la ciudad.
Debemos saber y tener muy en claro que, muchas veces, la realidad nos supera y deberemos solicitar ayuda pero ello no implica negarnos a brindar una mano dentro de nuestras escasas posibilidades.
Con estos sentimientos celebraba la eucaristía y me daba cuenta que ella había comenzado en las últimas horas de la mañana y concluía con las primeras horas de la noche.
Sin duda es fuerte cuando el pan y el vino de la eucaristía están plenos de la vida de los hombres que nos piden una mano.
Cuando esa vida de los hombres que se ofrecen son rostros bien concretos y que piden bien concreto.
Vuelve a llover y ello es otra razón para unas nuevas gracias puesto que la lluvia es una necesidad.
Dios, desde situaciones, nos pide y que gratificante es poder haber sido útil aunque sea gracias a otros.