Por Leonardo Vinci.
Leí en Internet que la expresión “a la marchanta” es de origen español, muy usada en Buenos Aires a fines del siglo XIX. Significaba hacer las cosas de manera desprolija, sin organización. Marchante o marchanta era aquella persona que salía de paseo, generalmente a efectuar compras. Quienes tenían la posibilidad de gastar dinero sin demasiados apremios, solían realizar compras sin muchos miramientos, por ello, se comenzó a usar la frase aplicada a aquellos casos en los que se gastaba por gastar, sin tener la verdadera necesidad de adquirir los productos. La frase se inmortalizó gracias al tango Mano a mano de Carlos Gardel, en que se cuestiona el proceder de una mujer ingrata que despilfarra la plata de su amante en términos lunfardos: “los morlacos del otario los tirás a la marchanta”.
Los uruguayos hemos sufrido un gobierno que tiró nuestro dinero, fruto del trabajo, esfuerzo y ahorro… “a la marchanta”.
En 2014, Mujica se congratuló de inaugurar la primera microdestilería del país, que se construyó cerca de Artigas.
El negocio con la microdestilería de ALUR tenía además la particularidad de funcionar en base a boniato por lo que los productores locales debían plantarlos.
Con esa materia prima se produciría alcohol hidratado que luego sería llevado al ingenio de Bella Unión para su proceso.
El proyecto presentado por la empresa propiedad de ANCAP, que tuvo el apoyo de la Intendencia frenteamplista de Patricia Ayala, fue pensado como un plan piloto con proyección para ser extendido a otras zonas del país, dijo en aquel entonces el presidente de la empresa, el cuestionado senador Leonardo De León.
Productores de Artigas explicaron que el emprendimiento fue inviable desde el primer momento al necesitarse 7 kilos de boniatos por cada litro de etanol que se obtendría, lo que elevaría los costos a niveles «insostenibles».
Debido al fracaso de ese proyecto, ALUR decidió «pasar a pérdida» lo invertido en la planta que hoy luce abandonada.
La dilapidación de los recursos del pueblo uruguayo hecha por el “tándem” Sendic – De León obligó a Ancap a cerrar la petroquímica “Carboclor” en Campana, provincia de Buenos Aires.
También se vendió a la petrolera argentina YPF, por US$ 18 millones, la participación de su filial PetroUruguay SA (20%) que trabajaba en la explotación de hidrocarburos en Neuquén.
Un documento oficial dijo que «La empresa identificó (un) deterioro sobre activos relacionados a los negocios de Caña, Cereales y Oleaginosos, producido principalmente por la limitante en el volumen de ventas a ANCAP para los próximos años”.
Antes que asumiera Jara, resultó imposible ocultar un “deterioro” de 28 millones debido a los US$ 721 mil de la microdestilería del departamento de Artigas; US$ 4,7 millones en Planta de oleaginosos ubicada en Cousa; US$ 5,6 millones en la planta de procesamiento de caña; y US$ 16,8 millones de la planta de procesamiento de cereales. Adicionalmente existía un deterioro de los activos “intangibles” de US$ 78 mil.
A todas estas irresponsabilidades debe sumarse la compra de un equipo de riego destinado a Bella Unión que costó unos US$ 600 mil y quedó “embalado» en los depósitos de Alur.
Entre las perlas encontradas en este largo y tortuoso camino encontramos otra insensatez: el horno comprado por Sendic para la planta de cemento portland en Paysandú, a un costo de US$ 80 millones.
Aunque parezca un enorme desacierto, la división de fabricación de cemento de Ancap tenía que comprarle el producto a su competencia para cumplir con sus clientes. Sus costos de producción equivalían al doble de los que enfrentaban esos competidores y perdió al menos, US$ 12 millones que se sumaron a los US$ 207 millones perdidos durante años, antes del nombramiento de las últimas autoridades.
Si se instalara ese tercer horno, habría que gastar otros U$ 100 millones y recién varios años después se recuperaría la inversión, siempre que se puedan exportar 750.000 toneladas anuales de cemento.
Cuánta irresponsabilidad! Tiraron el dinero del pueblo… a la marchanta!
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