jueves 21 de noviembre, 2024
  • 8 am

Muy especial

Padre Martín Ponce de León
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Padre Martín Ponce de León

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Por Padre Martín
Ponce de León.
Estamos inmersos en pleno tiempo de cuaresma.
Es, en cierta medida, una cuarentena que nos conduce a la Pascua.
Estamos inmersos en pleno tiempo de coronavirus.
Es, en cierta medida, una realidad que exige nuestra cuarentena.
Nos encontramos ante un acontecimiento que nos está pidiendo extrememos y estrenemos medidas.
Esta realidad actual confirma mi postura de que la cuaresma es un tiempo para vivir desde y con amor.
Imposible vivirla de otra forma.
Suspendidas las reuniones nos queda el encuentro con nosotros mismos y ello solamente es posible desde el amor.
Suspendidas las salidas innecesarias nos queda el quedarnos en casa y ello es un constante ejercicio de amor.
No podemos encontrarnos para compartir la eucaristía y, entonces, nos vemos en la necesidad de suplirla con actitudes de amor.
Así como podemos dedicar tiempo a acomodar algo en nuestra casa que necesite ser ordenado podemos entrar a nuestro interior para, también, ordenar algún desacomodo interior que podamos tener.
Así como debemos restringir nuestras salidas al exterior podemos aprovechar para introducirnos en nuestro interior y redescubrir nuestros paisajes interiores.
Podemos volver a disfrutar aquel abrazo que se quedó grabado en nuestro corazón, podemos volver a disfrutar la dulzura de aquella brillante sonrisa, podemos volver a disfrutar aquellas situaciones al servicio de los demás que tanto nos han enseñado.
Esta es, sin duda, una cuaresma inédita y una cuarentena que ojalá sea única.
Para que mañana podamos recordar que ante una situación muy especial supimos recurrir al amor como instrumento interior que nos ayudó a vivirla.
Esta situación nos habrá de dejar, ojalá, la enseñanza de que podemos apelar al amor que está en nuestro interior.
Ninguna de las cadenas oficiales nos habrá de inculcar la vivencia del amor.
Nos pedirán solidaridad o serenidad pero el amor que hace brotar esas dos realidades lo debemos hacer crecer desde nuestro interior a gestos bien concretos para con nosotros y los demás.
Ello es lo que nos pide a gritos esta cuaresma. Vivir el amor que nos permite agradar a Dios desde el compartir con los demás.
Vivir el amor para manifestar nuestra solidaridad evitando circular gratuitamente.
Vivir el amor para impedir que alguien corra el riesgo de contagiarse.
Es agradar a los demás que es la mejor forma que tenemos de agradar a Dios.
Esta es, sin duda, una cuaresma que podemos vivir sin ningún tipo de misticismo o de cosas extrañas sino donde todo lo cotidiano nos está invitando a el cambio que nos ayude a agradar.
Hoy experimenté un particular orgullo. Como todas las veces que tenemos la actividad de la mesa compartida voy a buscar a unas personas. Venían en el asiento trasero y una le dice a la otra en voz baja: “El Padre no debería salir porque está en edad de riesgo” “Es el capitán del barco y será el último en abandonarlo” Yo les escuchaba y no pude evitar sentir que aquello era un mimo y una responsabilidad.
No les estaba fallando. Para ellos, también, era complicada la realidad pero sentían no los estaba abandonando. Estaba con ellos y tal cosa me fortalecía en el compromiso.
Son muchos los que, esta cuarentena, la viven de una manera muy complicada. Es nuestra cuaresma especial. No abandonemos a nadie. No dejemos a nadie por el camino.
Con alegría vemos que van surgiendo gestos de solidaridad. No es tiempo de pánico sino de dejar crecer esos gestos de amor que digan que estamos en solidaridad con los demás.
Es nuestra cuaresma.
Es nuestra cuarentena.