sábado 23 de noviembre, 2024
  • 8 am

En primera fila para ayudar

Gerardo Ponce de León
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Gerardo Ponce de León

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Minervine

Por Gerardo Ponce De León
Y como quien no quiere la cosa ya estamos en la mitad de este año, del que su recuerdo es para muchos un año tiene un tinte muy amargo, para otros va a quedar en que nos despertó a la vida, que fue de una enseñanza increíble una amenaza permanente. A partir de marzo (el día 13) nos agarró con un gobierno nuevo y le agrego algo, se empeñó en que tenemos que demostrar que si yo me cuido estoy cuidando a los demás. Se encargó de obligar a la nueva cabeza nacional, a dejar todos sus planes para hacer frente a esta pandemia mundial con una secuela que muchas veces me deja la impresión no se ha medido sus consecuencias.
Nos ha llevado por un camino del cual siempre nos sentimos orgullosos los uruguayos y que se tuvo que recurrir o sacudir la “modorra” para hacer algo nacional, como es el gran acto de la solidaridad. Siempre van a existir quienes aprovechan de algo hasta de una desgracia para sacar su rédito -pero el pueblo está por arriba de eso, -sin importar su color, su condición, su creencia y hasta el por qué está en esa condición- todo aquel que necesitó una mano la encontró por lo menos tratando de palear en algo su urgencia. Acá aparece otro factor muy importante, sin decir nada, sin publicar nada de lo que se hace o se está haciendo desinteresadamente en su gran mayoría porque saben que ahí está el prójimo porque es la persona que “tenemos que amar, como a nosotros mismos”; este factor es el anonimato, el silencio.
Me gustaría saber cuántas, de las personas que hacemos público, la tarea que se realiza, realmente colaboramos, nos preocupamos, usamos los medios que tenemos a nuestro alcance, o somos simplemente “usurpadores” del trabajo de los demás. Las fotos, los comentarios, el mostrar lo que se tiene que hacer, adornan muchos jardines, pero en muchos casos queda simplemente en eso; si no hay foto no voy; si no se dice nada, no aparezco. Frente a esto, existen pequeños gestos que son los que acarician el corazón, que lo reciben, solamente, quienes hacen solidaridad, en anonimato, dando de si lo que pueden dar, sintiendo que están dando lo que está a su alcance y usando lo que tienen para cobijar a un prójimo.
Conocí, sin querer, la gente que está haciendo este tipo de obra con el prójimo, sirven, casi, 90 tazas de cocoa bien caliente todas las tardes y 250 a más platos de comida, día por medio. Estaban ordenando y preparando todo para dar la merienda y una de las mujeres le comentó a la otra: “hoy no tenemos nada para darle para que coman” y siguieron en su fajina. Son 630 tazas en la semana y 750 platos de comida. Vi unos paquetes de fideos, algo de leche en polvo, unas bolsas de arroz, algo de azúcar y verdura lo que más había.
Quiero hacer un comentario muy personal. Cuando se trabaja a cielo abierto, permite, mientras el clima venga bien, sacar buen provecho del trabajo, pero basta un exceso de agua, viento, frio, calor, piedra, que fuese fuera de lo normal para que nos deje perjuicios en el fruto del trabajo. Basta con hablar con los horticultores, los costos que tienen al igual que los tambos que cobran sus productos en pesos con los insumos en dólares. Esto lleva a que muchas economías “teclean”, siendo uno de los factores que no lo ayuda en nada en su producción. El costo de un invernáculo, no deja que se explote al máximo la tierra, pero también tiene la contrata que muchos productos dejan de ser naturales, por los productos que se le agrega para aprovechar el micro clima, que se obtiene en este tipo de producción. Las economías de estos dos rubros, en muchos casos, está en números de color anaranjado, tirando a rojos, pero son los primeros en ponerse en primera fila para ayudar.
¡Ojalá muchos aprendiéramos de ellos y en forma generalizada (es donado por la Fomento, por los horticultores, la Col.) , encontrándonos a muchos en primera fila!