Por Leonardo Vinci.
Ha dicho De Torres Wilson que Dámaso Antonio Larrañaga es, sin duda, el primer hombre de ciencia uruguayo, que registró minuciosamente toda la información referente a la geología, fauna y flora a lo largo de la ruta de Montevideo a Paysandú, lo cual describió en su famosa obra.
En 1815 no había caminos y a veces, ni siquiera huellas, sólo el instinto del baqueano podía encontrar el rumbo en aquella tierra sin mapas ni senderos y era frecuente que un hombre pudiese andar días y días cruzando campo sin encontrar ningún pueblo, ninguna estancia, y aún, ningún otro ser humano.
En su libro, cuenta el sacerdote que salieron de Montevideo en un buen coche tirado por dos mulas y un cinchero de a caballo, escoltados por ocho hombres con un Sargento, el Gobernador Intendente, el Regidor de Menores y 4 Diputados.
Fueron tantas las peripecias vividas por Larrañaga como enormes los sacrificios hechos en ese viaje: «… desde luego conocimos la mala noche que nos esperaba, pues no había sino una pequeña pieza con una malísima ramada, toda llena de sacos de trigo y de noques de sebo. Allí fue preciso alojarnos al abrigo de unos cueros que se pusieron a los costados. Pero era tan grande el frío y helada de la noche que fue necesario traer fuego para medio templar nuestra pobre choza. Tratamos de cenar prontamente y meternos en nuestras camas tendidas en el suelo sobre cueros a fin de abrigarnos con nuestras cobijas».
El 10 de junio, después de agotadoras jornadas de viaje, se aprestaban a partir de Mercedes cuando observaron «… que llegaba al pueblo en tres columnas la división, que forma la derecha de la vanguardia del ejército oriental, al mando de Fructuoso Rivera. Yo deseaba mucho conocer a este joven por su valor y buen comportamiento. Él fue quien en Guayabos derrotó a las fuerzas de Buenos Aires mandadas por Dorrego».
El 12 llegaron a Paysandú «El General estaba ausente y había ido a comer a bordo de un falucho en que se hallaban los diputados de Buenos Aires: este buque con una goleta eran los que habían saludado el día antes al General y cuyos cañonazos oímos en el camino».
Larrañaga nunca hubiera podido imaginar que en ese momento, el Coronel Blas Pico y Francisco Bruno Rivarola, en nombre del gobierno porteño, le ofrecían a Artigas la independencia de la Banda Oriental mediante un Tratado de Paz y Amistad en estos términos:
1. Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del Uruguay, renunciando a los derechos que por el anterior régimen le pertenecían.
2. Habrá paz y amistad eterna entre las provincias contratantes por haber ya desaparecido los motivos de discordia…
5. Las provincias de Corrientes y Entre Ríos quedan en libertad de erigirse o ponerse bajo la protección del gobierno que gusten.
El historiador Félix Luna ha dicho que el hombre menos ambicioso del mundo hubiera aceptado esta proposición, que lo convertía en Jefe absoluto de un País soberano; Artigas la rechazó. No era separatista. Quería un sistema federal pero se sentía parte integrante de la comunidad de las Provincias Unidas.
«A las cuatro de la tarde llegó el General Artigas, acompañado de un ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón, sombrero redondo con gorro blanco y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo.
Nuestras sesiones duraron hasta la hora de la cena. (Nos) fuimos a dormir y me cede el General no sólo su catre de cuero, sino también su cuarto, y se retiró a un rancho: no oyó mis excusas, desatendió mi resistencia, y no hubo forma de hacerlo ceder en este punto.
(Al día siguiente) bajaron a tierra los Diputados de Buenos Aires, Pico y Rivarola, que nada pudieron tratar hasta no haberse concluido nuestra comisión».
Larrañaga no pudo enterarse entonces de las conversaciones cuyo resultado hubiese sido el Uruguay (y Entre Ríos y Corrientes) convertido en un País independiente.
Pero lo que sigue, ya es otra página de nuestra historia.
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