Padre Martín
Ponce De León
Señor, no veas, en estas líneas, un cuestionamiento.
Si así lo parece es porque no sé expresarme muy correctamente.
Sé que cuestionarte es lo que con mayor facilidad y prisa hacemos.
Lo nuestro debe pasar por buscar aceptarte por más que tus cosas no coincidan con nuestros gustos o deseos.
Hay oportunidades que cuesta entenderte.
No hablo de la vida porque allí eso es un algo casi constante. Hago referencia a lo que dicen los relatos evangélicos.
El ejemplo es muy claro y no ofrece muchas razones para las preguntas pero, si ese ejemplo hace referencia al actuar del Padre Dios, ………. es allí donde surgen algunas interrogantes que hacen que cueste entenderte.
Invitó. Preparó la fiesta. Nadie asistió. Cada uno tenía otra razón más importante para no estar presente.
Cursó la invitación a otros hasta colmar el salón.
No eran los invitados que tenía pensado. Son los suplentes de los primeros que no asistieron.
Hasta aquí todo es muy claro y entendible. Me animo a decirte que todo es absolutamente normal porque muy lógico.
Creo que es muy fácil unir esta imagen con Dios. Así, suponemos, debe ser su actuar.
Entra al salón y se detiene ante aquel que no está con la ropa adecuada para la fiesta.
Sé que no hace, el ejemplo, referencia a lo exterior.
Sé que no importan las apariencias y entonces………..
Toda la magnanimidad del invitador se hace trizas ante el hecho de encontrar a uno con una ropa inadecuada.
Parecería como que se olvidó de que ninguno de aquellos eran sus invitados primeros y espera que estén prontos, estos, para una fiesta que no esperaban.
Quizás ni sabían que motivaba la fiesta a la que se les invitaba.
De transeúntes pasaron a convidados.
¿A qué haces referencia con eso del vestido de fiesta?
Sin lugar a dudas debe ser algo verdaderamente importante como para que despierte tal reacción de quien había sido benevolente para con los primeros invitados que se excusaron de asistir.
Si es un algo tan importante, tal vez, estás haciendo referencia a una actitud porque ello es lo que hace al meollo de la cuestión para Dios.
No es suficiente la presencia como respuesta a la invitación recibida.
Necesario se hace tener una actitud correspondiente a la situación.
Necesario se hace tener una actitud festiva porque participando de una fiesta y ella es la manera correspondiente de responder a la invitación.
No alcanza la presencia para participar de la alegría del invitador.
Cada uno de nosotros hemos sido invitados a la fiesta de Dios que es la cotidiana y espontánea celebración de la vida.
Allí debemos vivir con una actitud acorde a la invitación recibida.
Sobrados son los motivos que, diariamente, poseemos como para hacer de lo nuestro un prolongado gracias.
Muchísimas son las veces que encaramos la vida con una actitud muy distinta a sabernos invitados a participar de una celebración con Dios.
En oportunidades nuestra actitud es la de ser los propietarios de la fiesta y otras, muchísimas más, estamos muy lejos de tener una actitud de invitados.
Todo pasa por un dejar de ser transeúntes por la vida para vivirla como invitados a una celebración.
De no ser algo así……., realmente me cuesta entenderte.
De no ser algo así……, son muchas las dudas que me invaden.
Somos invitados a participar de una fiesta y la alegría de ser invitados y nada nos debe hacer perder tal alegría.
Columnistas