Por el Dr. César Signorelli
En la actualidad el porcentaje de automatización del trabajo es del 33 por ciento, mientras el restante 67 es ejecutado directamente por personas.
Si bien era un proceso en franco avance, la pandemia aceleró la incorporación de tecnología en los sistemas de producción de las empresas.
Un estudio sobre el futuro de los empleos realizado por el WEF (Foro Económico Mundial, por sus siglas en inglés) da cuenta de que como consecuencia de la creciente recesión económica, profundizada por la irrupción del COVID y el estrangulamiento empresarial, ha llevado a imaginar y apurar mecanismos de ahorro y eficacia económica, en los que la incorporación de tecnología tiene un primerísimo papel.
Se prevé que para el año 2025 (o sea, en apenas cinco años), se habrán de repartir las tareas en igual forma (o porcentajes) entre humanos y robots (en rigor algo menos, 53 y 47 por ciento, respectivamente).
El dato impacta. Y obviamente preocupa, dado que inmediatamente nos lleva a pensar en pérdidas de empleos en un –a primera vista- proceso de sustitución de personas por tecnología, con el consiguiente crecimiento de la desigualdad.
Pero la cuestión no parece presentarse tan lineal y cuenta con miradas más optimistas.
El fenómeno implicaría una pérdida de 75 millones de empleos tradicionales en todo el Mundo, básicamente en el sector industrial, pero el mismo estudio indica que también permitiría la aparición de 135 millones de puestos de trabajo, localizados básicamente en sectores de servicios de cuidados de personas y la industria tecnológica de creación de inteligencia artificial y creación de contenidos.
El mercado cambia y eso demanda cambios en la oferta.
Pareciera ser muy claro que la cuestión pasa por la formación de las personas para los empleos que demanda la denominada Cuarta Revolución Industrial (aspecto sobre el cual ya hubimos de referirnos en anterior nota sobre el INEFOP) en los que se destaca la tecnología de la información.
Ahora bien, la tecnología va más rápido que los cambios culturales y la formación de las personas, lo que naturalmente va a traer como consecuencia directa el desfasaje en el mercado de trabajo de persona que no van a acompañar en términos de celeridad esos cambios, fundamentalmente aquellos que realizan actividades repetitivas, rutinarias y sin mayor aporte intelectual.
Esto exige un drástico e inmediato redireccionamiento en materia de educación, orientada a la formación en nuevos tipos empleos.
En Europa la Formación Profesional desplaza rápidamente a la Formación Universitaria, la que viene quedando reservada para sectores y profesionales con fuerte nivel de especialización.
Hace ya algunos años nos preguntamos y pensamos sobre el contenido educativo que deberían tener los centros locales y regionales de estudio de nivel terciario, cuando justamente esta forma de sub empleo (la del sujeto calificado para una tarea que se encuentra obligado a desarrollar otra) crece en forma exponencial.
Si bien por obvias razones nos comprende la generales de la ley, nos permitimos decir que si Salto pretende mantener el rango de ciudad universitaria, debería reorientar su oferta a la demanda actual e ir pensando en el futuro.
Posiblemente la repetición de cursos y carrera tradicionales debiera ser sustituida por cursos de pos grados y carreras con fuerte acento en lo tecnológico, acompañando en forma armónica y coordinada la Formación profesional de menor grado. Alguien debería a su vez gobernar ese proceso.
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