Por Gerardo Ponce de León
El domingo que ha pasado, la Iglesia Católica, nos ha puesto en el Evangelio la parábola del patrón que se va de viaje y les da a tres servidores suyo, denarios. A dos les da dos denarios y a el otro, un denario. A su retorno le pregunta a cada uno que han hecho con los denarios que les dio. Es lo que nos va a suceder a cada uno de nosotros cuando nos presentemos frente a Padre, luego de transitar por esta vida. En mi caso, me dirá: “¿Qué hiciste con tal don que te di?”. No me va a preguntar si compré un auto de tal clase o ropa de tal marca, ¿qué hiciste con el don que te di?
Dentro de los dones, existe uno que a nadie le negó, a todos nos dio el don del AMOR. Pero después inteligencia, alegría, entrega, disponibilidad, memoria, y se podría seguir nombrando dones que tenemos los seres humanos; en distintas “dosis”. Alguno tenemos muy bajas cantidades de cada una que me ha tocado, pero aparece el otro don que nos dio a todos: VIDA.
En la medida que voy escribiendo, me voy dando cuenta de cuantas cosas tenemos para agradecerle a Dios. Tomen como ejemplo a la salud. Dentro de las “nanas” que podemos tener, bastaría con mirar a nuestro lado y ver la realidad que nos rodea, simplemente para ver que somos unos privilegiados, y eso ¿no es motivo de agradecimiento?
Nunca es tarde para ver y aprender cosas, y si somos realmente sinceros, nos damos cuenta que frente a otros, que están en condiciones muy inferiores a la nuestra, y no se quejan, que tenemos que ser agradecidos.
El ser agradecido es también un don, ya que existen personas que creen que son ellos los que pueden hacer o tienen, por su capacidad o inteligencia, hacer tal cosa. No deja de ser verdad que son ellos los que hacen o lo pueden hacer, pero se tiene que reconocer que Dios es el que nos dio ese don, y por lo tanto se tiene que ser agradecidos.
Es muy cierto que se tienen que descubrir los dones que cada ser humano posee, pero para comenzar tenemos que abrir los ojos a la humildad, dado que el egoísmo, la intolerancia, nos puede llevar a creernos que tenemos méritos o virtudes, o tener algo que no es cierto que existan en nosotros. Así nunca vamos a descubrir nuestro dones, sino que vamos a sentir el engaño de creernos algo que no lo real.
Al comenzar nuestra búsqueda, que tiene que ser sincera y sin miedo, dado que podemos descubrir algo nuestro que no nos guste y que nos duela, la sinceridad nos tiene que llevar, sin miedo, a tratar de corregir algo que puede ser un error, que creímos que era real, y nos damos cuenta que estábamos equivocados.
¡Cuántos vivimos en una nube de engaño! Pero lo peor es que la hacemos nosotros mismo, y nos cerramos en dicha falacia. Sé que no es fácil cambiar dicha realidad, y más complicado es de tener la humildad de pedirle a Dios que nos ayude a cambiar, a dejar de lado el error y reconocer nuestra pequeñez. Tengo la impresión que recién ahí, estamos en condiciones de comenzar a descubrir los dones que tenemos y podemos comenzar a cambiar, a ser mejores seres humanos, a valorar la VIDA y practicar en ella el gran don que es el AMOR.
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