Por Leonardo Vinci
Tras el levantamiento del sitio a Montevideo, los orientales, «en una crisis terrible y violenta, abandonadas las familias, perdidos los intereses, acabado todo auxilio, sin recursos, entregados sólo a sí mismos» siguieron a Artigas hacia el norte.
Zorrilla de San Martín, describió a la patria peregrinante: «La marcha es penosa y lenta. Unos van a caballo, otros a pie, los otros en vehículos más o menos groseros; carros destechados o cubiertos de cuero, rastras tiradas por caballos, acémilas cargadas… La carreta primitiva se mueve oscilante, dando tumbos y crujiendo; parece que, con sus ojos de madera y sus ruedas macizas, se lamenta dolorida, largamente, de la dura tracción de los bueyes».
Explica Isidoro De María en la biografía de Artigas publicada en 1860, «reducido a sus propios recursos no desiste de su propósito y seguido de un inmenso pueblo que abandona hogar y fortuna antes de vivir bajo extraña dominación marcha a situarse en la margen occidental del Uruguay acampando en el Ayuí».
Desde el Dayman, el 7 de diciembre escribe Artigas a la Junta Gubernativa paraguaya «No eran los paisanos sueltos, ni aquellos que debían su existencia a su jornal o sueldo, los solos que se movían; vecinos establecidos, poseedores de buena suerte y de todas las comodidades que ofrece este suelo, eran los que se convertían repentinamente en soldados, los que abandonaban sus intereses, sus casas, sus familias; los que iban, acaso por primera vez, a presentar su vida a los riesgos de una guerra, los que dejaban acompañadas de un triste llanto a sus mujeres e hijos, en fin, los que sordos a la voz de la naturaleza, oían solo la de la Patria».
Un día como hoy, a principios de 1812, llegaron a la vera del arroyo Ayuí (Concordia), acampando en sus montes. Un viajero paraguayo dice: «Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo; unas bajo las carretas, otras bajo los árboles y todas a la inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causan admiración.»
Cuenta Pivel Devoto que un historiador uruguayo radicado en la Argentina, proyectó la publicación de un estudio histórico sobre Artigas, cuya personalidad ya asomaba entre la maraña de los hechos como la figura central de nuestra historia. Clemente Fregeiro, ya era un investigador prestigioso por sus trabajos históricos. Uno de los capítulos del libro estaba consagrado al estudio particular de la emigración de 1811, que era un episodio casi desconocido en 1882, cuando Bauzá había dicho que el hecho rememoraba un episodio bíblico. Fregeiro completó el pensamiento y dio al episodio la denominación, clásica desde entonces: El Éxodo.
Allí nació nuestra Nación, al que «la inclinación irrefrenable de (los) habitantes a vivir enteramente libres sin sujeción a autoridad alguna, contribuyeron a darle a la revolución un sello tumultuoso y anárquico».
La independencia de nuestro país no fue entonces un invento británico, ya que como destaca Traversoni, jugó un papel preponderante «la tradicional tendencia autonómica de los orientales» que quedó demostrada en los inicios de esta marcha.
Al cumplirse un año más del arribo al Ayuí de los orientales que «…habían jurado un odio eterno a toda clase de esclavitud», con mucha emoción, recordamos la increíble epopeya del Éxodo.
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