Por Juan Carlos Ambrosoni
En reiteradas ocasiones escuchamos la palabra “populismo”, no solo la oímos, también la vemos en Venezuela. Hay quienes lo asocian con la izquierda y otros con la derecha, pero más allá de sesgo ideológico que se tenga, hay un consenso de que la población –qué contradictorio- en general lo relaciona y percibe a este término como algo negativo. Si queremos tratar el tema, nuestro continente nos ha brindado los motivos y las experiencias para hacerlo.
¿Qué es el Populismo? Hay una realidad, su conceptualización ha generado muchos debates entre cientistas sociales por su dificultad de ser afines a las democracias o a los autoritarismos (promulgan el sufragio universal, expanden derechos y por otro lado hacen énfasis en la autoridad personalista y buscan privilegiar la voluntad de la mayoría ante la minoría), por su evolución en el tiempo y otras variables. A pesar de lo anterior, se puede afirmar y definirlo en base a lo que afirma la Doctora en ciencia política María Esperanza Casullo: es un tipo de práctica política que combina tres elementos: un pueblo, un líder carismático y prácticas de acción colectiva movilizantes y antagónicas. La magnitud de la interacción entre el caudillo y la masa popular que lo sigue es lo que jerarquiza a un movimiento populista. A grandes rasgos de esto se trata, pero a su vez hay un principio que ha hecho de dicho sistema un relativo y corto éxito, y es su política económica. La misma consta de la inmediata redistribución de las riquezas para la población, lo que genera una estabilidad en el área insostenible al mediano plazo, ergo, pobreza. Estos distintivos son los que han creado obstáculos a la hora de establecerse en un régimen, por lo que en su esencia se concluye que la coexistencia -como se comenta al inicio de este párrafo- de características democráticas y autoritarios terminan por hacerlo hibrido de ambos regímenes, lo cual hace a su singularidad y por ende, generan su impedimento para obtener un común acuerdo académico sobre el concepto.
Tierra fértil: por diferentes razones tales como el subdesarrollo, tardía industrialización o cambios de modelos económicos, Latinoamérica ha sido cuna para el fenómeno en cuestión. Desde casi mediados del siglo XX hasta hoy día, nuestra región fue un laboratorio de estos gobiernos. Movimientos por ejemplo: el Peronismo en Argentina, el Chavismo Venezolano, el presidente Vargas en Brasil o Fujimori en Perú, han experimentado una administración enfocada en las masas. Una peculiaridad del populismo es su capacidad de aprovechar débiles momentos institucionales para triunfar, el malestar social vivido por distintas crisis les han abierto la ventana para su asenso.
Unos y otros hoy: no es casualidad que sea asimilado como algo negativo el fenómeno movilizador de masas, su legado los ha dejado en posiciones económicas y sociales no tan favorables con respecto a los países que no han experimentado un populismo. Uruguay, el ejemplo más claro y cercano de negarse a adoptar este sistema. Hoy, si uno analiza y compara distintos tipos de indicadores democráticos, económicos o políticos, arrojan claramente un mejor presente y estabilidad para nuestro país con respectos a los otros en cuanto a todos los anteriores campos.
¿Populismo, pan para hoy y hambre para mañana?
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