martes 23 de abril, 2024
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Juntos se puede

Gerardo Ponce de León
Por

Gerardo Ponce de León

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Por Gerardo Ponce De León
En esta época tan complicada que nos ha tocado vivir que hubieron y habrán iguales o peores nos olvidamos siempre de las buenas épocas que también nos han tocado vivir. Pero uno de las complicaciones que nos tocan, creo que dos se llevan el premio: el aislamiento y el silencio. No estamos acostumbrados a ninguna de las dos, y bien sabemos que son parte del cuidado que tenemos que tener.
El hombre, en término genérico, no está acostumbrado a vivir aislado. Miren que es muy diferente el aislarse uno mismo, como es caso de los celulares, que su abuso nos puede llevar a ese estado. Más en la presencia de jóvenes, en los cuales uno ve que atienden más al celular, que a la persona con quien se está reunido. La prueba de eso está en los lugares que se pide que se apague el celular al entrar, y a los minutos se siente el timbre de ellos que reclaman la presencia o atención, a tan diminuta e insistente, aparatito. Para llegar a esta complicación, basta simplemente tener que llegar, a lo que hoy se llama: cuarentena. Tomo como un ejemplo de aislamiento, lo que me parece que hoy se vive en nuestra sociedad, con el caso de la tecnología. Esta aparatito ha ganado muchos espacios, y también tenemos como prueba, que en muchas cosas a desplazado a la computadora.
El silencio: que tema, ya que no es el estar callado escuchando a alguien o atendiendo algo, es el silencio provocado por el aislamiento. Creo que estamos acostumbrados a vivir en contacto, escuchando y adivinando los ruidos o sonidos; ejemplo, cuando se escucha una sirena, miramos hacia dónde viene el ruido, para ver si es bombero, ambulancia o la policía, por más que sepamos y suena diferentes y atendemos hasta que se pierde su sonido y el no poder hacerlo nos gana en el cuerpo la ansiedad, desespero y ganas, de hacer lo que siempre hicimos. El no poder hablar con alguien, que es diferente al estar aislado el hablar con las cosas que nos rodean y como son objetos no nos contestan nada y nunca lo harán.
Son en esos momentos cuando más tranquilidad y paz interior debemos tener. En la historia, que se sabe y puede haber otros quien vivió la cuarentena fue Cristo, que se retiro para estar más en contacto para poder hablar con el Padre. Tenemos ahí la prueba de que las cosas que nos rodean, se vuelven en nuestra contra, ya que fue tentado por: el poder, la gloria y la fama.
¿Cuántas veces nos sucede a nosotros lo mismo? Dice un viejo refrán y muy cierto, que el ocio es el padre de todos los vicios. Le pido que me haga el favor de pensar que sucede cuando estamos aislados y en silencio. Cuando uno mira el almanaque y mira con la velocidad que transcurre el año, nos damos cuenta que el estar ocupado o distraído nos lleva a no darnos cuenta de la vorágine que le damos a nuestras vidas. Y ¿qué sucede cuando tenemos la obligación de ponerle freno y los días transcurren en forma interminables?
Todo esto se puede tratar de evitar y no depende de uno solo, por eso es muy importante que nos cuidemos todos, siendo el primero uno mismo, ya que si me cuido, cuido a los demás. No es por miedo, sino para evitar males mayores y tratar de conseguir que no se perjudique a los seres humanos que me rodean.
Viene bien la frase que se usó en una campaña política: “Vamos arriba que se puede, porque juntos somos más”.